Quod natura non dat Salmantica non praestat

Dándole vueltas al tema del talento, del que tanto se habla hoy en día, se me plantea la duda al contraponerlo a las competencias, no menos de moda. Obviamente, deben estar relacionados pero ¿son equivalentes?

Podríamos decir que ambos son factores que permiten predecir de manera fiable el éxito al desarrollar determinadas tareas, aunque intuitivamente (por algo soy INTP), la respuesta apropiada me parece que es que no son la misma cosa, si bien es posible que tengan mucho que ver. E intuitivamente también, me parece que el talento hace más sencilla la adquisición de una competencia determinada, de la misma manera que su carencia la convierte en un camino arduo y difícil. Pero no me conformo con la intuición, así que haciendo caso a Ricardo Galli, y a César que me llevó a él, lo pondré en un post para comprender mejor los conceptos.

Empecemos con las definiciones, y tomemos primero las competencias, que son aquellos comportamientos observables y habituales que contribuyen al éxito en una tarea o función. El talento, por otro lado, es la capacidad innata o facilidad natural para realizar con éxito determinadas actividades de manera consistente.

Ambos son conceptos muy orientado a la acción. Los dos tienen que ver con hacer bien algo, en contraposición a otros rasgos de la personalidad, el carácter, el temperamento o la inteligencia que en este sentido podríamos decir que son estáticos -aunque no por ello menos relevantes. Los dos tienen que ver además con la acción repetitiva. Es decir, no vale con que una vez nos saliera bien alguna cosa para decir que somos competentes o tenemos talento para hacer tal cosa. Una vez hice una tortilla de patatas y me salió bien, pero si a la siguiente me sale seca, y la anterior se me quema… ya se ve que no puedo decir que tenga la competencia y mucho menos, talento.

Sin embargo, las competencias con frecuencia son un hábito adquirido, es una manera determinada de actuar que nos lleva a hacer bien las cosas en determinado terreno. Pero este modo de comportarnos no nos sale de modo innato, o al menos no tiene por qué. Puede que tengamos la competencia, pero no nacimos con ella sino que hemos adquirido ese hábito a base de repetir y practicar. Es decir, las competencias se pueden aprender con esfuerzo y repetición constante. Siguiendo con el símil de la tortilla, a base de repetir y practicar con un cronómetro, un vaso medidor e incluso un termómetro podría dominar la técnica tras veinte intentos fallidos pero en progresión.

El talento no se aprende. Se tiene o no se tiene. El talento tampoco es saber hacer algo bien, es saber hacer algo de manera excelente y sin esfuerzo aparente. Otra cosa más que escuché el otro día -y por lo tanto la expresión no es mía-: al talento le gusta que le exploten. Sí, sí, es masoquista. Cuando tenemos talento para hacer algo, se nos pasan las horas sin darnos cuentas, y con gusto. Si tengo talento para la cocina, puedo vivir entre los fogones y como me lo paso pìpa, no me importa echarle horas. Además, puedo hacer una tortilla casi sin contar los huevos y el tiempo para darle la vuelta. Lo hago a ojo…y sale riquísima.

Pero ojo, no vale con decir que tengo talento para tumbarme a ver la tele -con un pincho de tortilla y un botellín bien frío. Eso es otra cosa -por ejemplo cara dura. En este sentido, el talento tiene que ver con la sensación de fluidez y por lo tanto, cuando lo ponemos a funcionar se dan las cinco condiciones del flujo: reto, meta, retroalimentación, control y concentración. Ya se ve que no hay talento que valga para practicar el sillonball. Eso, lo definía Csiksentmihalyi como disfrute, que es otra cosa.

El talento, además, nos destaca sobre la mayoría. Puede que haya muchos como nosotros con una competencia determinada, pero no habrá casi nadie con nuestro talento.

Finalmente, tener talento para hacer algo, nos proporciona inmediatamente la competencia asociada, pero si no lo tenemos, y no hemos adquirido la competencia aún, tendremos que dedicarle gran cantidad de esfuerzo y atención a desarrollarla practicando mucho. Creo que los talentos son más generales (tengo talento para la cocina) y las competencias más concretas (sé hacer una tortilla de patatas). Las competencias las podemos poner en una job description. ¿Y el talento?

6 thoughts on “Quod natura non dat Salmantica non praestat

  1. Quizá yo relaciono más el talento con una potencialidad, y la competencia con una acción. Quien tenga talento, deberá desarrollarlo y podrá llegar a ser muy competente. Algo así como la transposición de la relación entre temperamento y carácter.
    Un saludo 😉

  2. Efectivamente, yo también relaciono el talento con un potencial que puede desperdiciarse o no desarrollarse. Un talento necesita ser ejercitado y entrenado para convertirse en una competencia espectacular. El talento natural puede sustituir a cierto nivel de competencia desarrollada, pero creo que sólo hasta cierto punto. Hay un momento en que no conocer las técnicas.
    No estoy seguro de que el talento sea masoquista. Hay talentos que uno prefiere a veces no desarrollar (la capacidad de mentir, por ejemplo) o que no disfruta utilizando (al menos no tanto como otros), yo puedo ser un financiero nato y en cambio estar enamorado del marketing.
    Me alegro de que el artículo te gustara, nos leemos,

  3. Vaya, no he terminado la frase final del primer párrafo. Hay un momento en que no conocer las técnicas y conocimientos de una disciplina te puede limitar.

  4. Me parece muy acertada tu asimilación, Gabriel. El talento es como el temperamento, está ahí, en los genes y es el que es. Las competencias, es como el carácter, que se moldea con la edad, el aprendizaje, la experiencia, la educación, el esfuerzo, etc.
    El verdadero drama, desde mi punto de vista, es tener el talento y no desarrollarlo jamás. Aparte de un desperdicio para la sociedad, supondrá la insatisfacción del poseedor, que siempre vivirá notando la falta de algo.
    César, yo sí creo que es masoquista, y por eso menciono las condiciones de la sensación de flujo, pues cuando estamos utilizando nuestro talento es cuando más disfrutamos.
    Pero tener un talento determinado no te hace mejor ni peor persona. Cómo lo uses es un tema diferente, pues en tu ejemplo, uno puede usarlo para engañar al prójimo o para deleitarnos con una estupenda interpretación en el teatro o en el cine, ¿no?
    Naturalmente, que es posible estar enamorado de una disciplina y ser un hacha en otra. Los humanos somos seres complejos y poliédricos, con múltiples facetas. A lo mejor, detrás de esa pasión por el márketing se esconde un talento aún no conocido de manera explícita y que combinado con el don para las finanzas te hace el número uno en planificación de medios.
    De todos modos, es cierto que hay técnicas que saber manejar. El talento es algo más genérico, una facilidad natural que se puede aplicar a múltiples actividades. Y tenerlo hará que la técnica entre con menos esfuerzo. Fernando Alonso puede tener un don para la conducción, pero alguien en algún momento le tuvo que explicar que el pedal derecho sirve para acelerar y el izquierdo para frenar, ¿no?
    Muchas gracias a ambos por vuestros comentarios y por vuestra paciencia en estos días, que me hacen ser muy irregular tanto al contestar a los comentarios como al escribir nuevas entradas.
    Saludos,

  5. Creo que el talento es algo que se aprende, no creo que sea innato, creo que el contexto en el que una persona se desarrolla desde nino modela las bases de nuestro talento, en todo caso creo que el único talento que una persona puede tener es la capacidad para darse cuenta que podemos ser buenos en algo, el talento es ser consiente de querer ser bueno en algo y poner todo nuestro esfuerzo en eso, quizá aveces sea complicado lograr tener talento en algo pero estoy seguro que siempre conseguir el objetivo es mil veces mas gratificante.
    Les dejo un pensamiento que encontré en a web:
    «¡Cómo me gustaría aprender a dibujar mejor! Hacerlo bien requiere tanto esfuerzo y perseverancia… A veces los nervios me llevan al borde del delirio. Sólo es cuestión de batallar sin descanso con una autocrítica constante e implacable. Pienso que crear mis grabados sólo depende de querer realmente hacerlo bien. En su mayor parte algunas cosas como el talento son naderías. Cualquier escolar con unas pequeñas aptitudes podría dibujar mejor que yo. Lo que normalmente falta es el deseo incontenible de expresarse, apretando los dientes con obstinación y diciendo “aunque sé que no puedo hacerlo, sigo queriendo hacerlo”».
    M.C.Escher

  6. Gracias por el comentario y el fragmento que compartes con nosotros, Erick. Quizás sea un tema de precisión en el vocabulario, puede que no tengamos que llamarlo talento (yo me inclino a hacerlo), pero lo que estoy convencido que hay determinadas cosas para las que la naturaleza nos ha dotado de manera especial, y otras para las que no.
    Claro que hay que desarrollarlo con esfuerzo y perseverancia. Pero la cantidad de esfuerzo que hay que aplicar para destacar y su relación con los resultados puede variar muy significativamente en función del talento o los dones innatos que poseas para esa actividad en concreto.
    Aunque dedicara todas mis horas de vigilia y de sueño a aprender música, creo que jamás le podría llegar ni a la altura de las zapatillas a Imma Shara, por ejemplo. Ella, sin embargo, seguro que le dica muchas, muchísimas horas a estudiar y ensayar, pero con 30 años ha dirigido algunas de las filarmónicas más importantes del mundo. ¿No es cierto que hay algo que nos diferencia?
    Así que ojo con el objetivo que nos pongamos, porque los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía, como dijo el filósofo.
    Saludos,

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