Beatius est magis dare quam accipere

Hace unas semanas escribí una entrada sobre la humildad como virtud a mi juicio demasiado infrecuente y seguramente poco valorada por la ortodoxia del management. Aunque siendo de natural optimista pienso que poco a poco esto va cambiando, aún me cuesta imaginar a algún candidato respondiendo con sincera humildad a la típica y tópica pregunta de “¿cuáles son tus tres defectos?”. Y más me cuesta aún pensar que si reponde con honestidad, no tire en ese momento por la borda toda oportunidad de prosperar en el proceso de selección. A lo mejor por esto se recurre a no menos tópicas respuestas del tipo “soy demasiado perfeccionista”, “me cuesta desconectar del trabajo”, etc.

Pero no me voy a extender más sobre este tema, prefiero escribir sobre otra virtud sobre la que nadie a priori pone pegas pero que una vez bajados a la realidad, nos encontramos con que los hechos nos dan una respuesta bien diferente. Se trata de la generosidad. Y empiezo recurriendo al “originalísimo” recurso del diccionario de la RAE:

generosidad.

(Del lat. generosĭtas, -ātis).

1. f. Inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y al interés.

2. f. Largueza, liberalidad.

3. f. p. us. Valor y esfuerzo en las empresas arduas.

4. f. p. us. Nobleza heredada de los mayores.

generoso, sa.

(Del lat. generōsus).

1. adj. Dadivoso, franco, liberal.

2. adj. Que obra con magnanimidad y nobleza de ánimo. U. t. c. s.

3. adj. Abundante, amplio. Plato generoso. Escote generoso.

4. adj. Excelente en su especie. Caballo generoso.

5. adj. p. us. Noble y de ascendencia ilustre.

Obviando el hecho de que ya me gusta que se una un término tan positivo como el de generosidad al de liberal ;-), me refiero en esta entrada a las acepciones que tienen que ver con lo de hacer algo por los demás, sin pensar en el interés personal y sin esperar nada a cambio.

Y si la humildad es poco común en el mundo de la empresa y del management, la generosidad no le va a la zaga. Porque, ¿cuántos managers conocéis capaces de ceder su esquina con ventanas a su equipo, que pasa muchas más horas en su mesa que él -o ella-, con frecuencia ausente en reuniones, visitas, viajes, almuerzos, eventos, etc.? Y caso de que así fuera, ¿cuá sería la reacción que suscitaría entre el resto de personas de su empresa? ¿Cuántos pensarían que es un pardillo, un blandengue o un pusilánime y cuántos apreciarían realmente el gesto?

Una vez más, no estoy pensando únicamente en los jefes sino en todos los trabajadores. Ya sabéis que opino que habitualmente, en las bases de las empresas se es igual o menos tolerante que en los niveles directivos. Y aunque no cuenten con el poder formal, sí que cuentan con un poderoso instrumento: el poder de la opinión. Porque aunque todos nos quejamos de la importancia que se le da a los signos externos de status (despacho, aparcamiento, corbata, …) no solemos darnos cuenta que somos nosotros los que les concedemos la importancia que se les atribuye.

En cualquier caso, la búsqueda del status es un motivo extrínseco porque viene de fuera: es otro el que nos concede la posesión concreta que nos da “derecho” a un status superior, y son otros los que atribuyen a dicha posesión el reflejo de la pertenencia a un nivel social más elevado.

Pero hay más criterios a la hora de decidir,  si en vez de guiarnos por el status nuestras acciones se orientan hacia los demás, la esquina soleada como símbolo de poder cederá paso a la búsqueda del mejor sitio para mi gente. ¿Qué es más valioso?

El tema del sitio y del status puede resultar un tanto anecdótico, pero hay mucha más circunstancias de mayor calado en las que la generosidad juega un papel minoritario y crucial. Por ejemplo, ¿cuántos managers conocéis que renuncien al poder formal de tener X personas reportándole en su equipo haciendo una determinada tarea para cederlos a otra área funcional en bien de la compañía?

Me explico. Imaginaos dos departamentos y que uno precede a otro en determinado proceso de negocio. Por diferentes circunstancias y debido a la evolución de la empresa, el primero tiene seis personas y el segundo dos. ¿Adivináis dónde se producirán los atascos? Y, ¿ a qué adivináis también el gesto con la mano del manager del primero si alguien le pida que ceda dos personas al segundo para que así el proceso esté más equilibrado y globalmente funcione mejor?

Y ahora, en esfuerzo por estirar al máximo vuestra imaginación, pensad que el manager del primero propone el movimiento de motu propio y es él el que se “autoinmola” y renuncia a uno de los signos más preciados de status social -cuánta gente tienes a tu cargo- en pro del bien común. Los que lo ven desde fuera y “no están en el secreto”, ¿cuántos apreciarán el gesto como generosidad, visión de compañía y búsqueda de la mejor manera de organizarse? ¿Y cuántos verán sólo un síntoma de debilidad, de pérdida de poder y de oenegeísmo futil?

Naturalmente, la proporción dependerá de cada caso y de aquello que llamamos la cultura de empresa y que para mí no es sino el mínimo minimorum de valores que son compartidos por todos sin excepción.

¿Es la generosidad uno de estos valores? 

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2 thoughts on “Beatius est magis dare quam accipere

  1. El gesto me lo puedo imaginar de manera totalmente explícita. Y aunque el manager en cuestión cediera personas, las cedería de alguna manera sin cederlas, buscaría la manera de realizar unas cuantas tareas de la otra área con el consiguiente miedo a la OPA por parte del “manager necesitado” y una oleada de desconfianza que mitigaría parte de los buenos efectos de la cesión. La cultura que impera en la mayoría de organizaciones provocaría un retroceso que se comería parte de las ganancias.
    Creo que la generosidad no está en los valores compartidos de las empresas, igual que no lo está la humildad. Pero son dos valores que vale la pena trabajar y que son imprescindibles a nivel personal, especialmente para aprender: humildad porque sino eres impermeable al aprendizaje, generosidad porque sino eres impermeable también al aprendizaje 2.0… (y además, aprendizaje aparte, una vida sin humildad y generosidad se acaba viendo abocada a la infelicidad, como la organización infeliz en la que el manager hace ese gesto…)
    Saludos de lunes de julio 😉

  2. Gracias Gabriel, en tu comentario completas perfectamente la consecuencia más probable. Das en el clavo en eso de buscar la manera de hacer tareas de la otra área.
    Me he pensado mucho esta entrada, pues tampoco me va mucho eso de impartir moralina por ahí. Pero me he dicho, ¿y por qué tiene que ser diferente? ¿Por qué comportamientos y valores que nos parecen loables en la vida fuera del trabajo, en el mundo profesional parece que tenemos que renunciar a ellos?
    Sí, si que merecen la pena y hay que trabajarlos. En la vida personal, cómo no. Pero a la postre la vide profesional es un subconjunto de la personal, ¿no?

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