Et elevans eos qui sibi cohaerere voleban

Suele decir Andrés con mucha razón que en lo que respecta a relaciones interpersonales está todo inventado desde hace mucho tiempo, donde se incluye sin ninguna duda la dirección de personas. Y es muy cierto porque, independientemente de que estén vestidos con teorías y modelos más o menos modernos de management (léase managemén, con acento en la última e) en el fondo subyacen valores o virtudes tan antiguas y tan básicas -y tan humanas- como la generosidad, la humildad, la constancia o la coherencia, que es de lo que se trata hoy esta entrada, inspirada por este otro post de Javier Llinares.

Javier, a quien no conozco personalmente pero con el que comparto además de enlaces a nuestros respectivos blogs, algún jefe y amigo -aunque en empresas distintas y situaciones diferentes-, es uno de los pocos directivos españoles de empresas importantes que mantienen un blog a cara descubierta(1) y con una frecuencia de publicación muy elevada, como lo es la calidad de sus entradas.

Pues bien, en su última anotación, escribe en primera persona sobre la coherencia y me ha hecho evocar situaciones anteriores en las que trabajando como directivo -y salvando las enoooormes distancias- me tuve que enfrentar a situaciones en las que lo que pensaba era muy diferente a lo que las obligaciones del cargo me obligaban a decir y hacer.

De forma relevante me pasó un par de veces. La primera vez caí en la incoherencia, la segunda ya había aprendido la lección.

Y es que habrá quien sea capaz de ocultar lo que piensa y actuar con incoherencia con naturalidad, quién sabe, lo mismo es algo que se aprende con la práctica, pero me da en la nariz que a la mayoría de los mortales se nos nota. Y bastante. Y por mucho que uno agrave la voz, adopte una posición erguida y hable con ¿asertividad? … al final todos lo acaban notando. Y entonces ni se cumple lo que se buscaba ni se salva a la gente de la lógica inquietud -cuando menos- que surge cuando quien dirige nuestros destinos -es una forma de hablar- actúa y piensa de manera muy diferente.

En mi caso, tampoco se trataba de situaciones drásticas o dramáticas, pero afectaba a personas y su trabajo, lo cual aunque sea algo tan aparentemente superficial como por ejemplo cambiar a alguien físicamente de sitio -que no era el caso- hay que considerar siempre las consecuencias sobre los demás.

En estos casos, suele ocurrir un conflicto de lealtades. Porque entendiendo que uno siempre piensa en hacer lo correcto, se encuentra con que por un lado actuar correctamente conforme a las obligaciones del cargo o en beneficio de la empresa -y por tanto del conjunto de las personas que en ella trabajan- choca frontalmente con lo que pensamos que sería actuar correctamente pensando en las personas involucradas y en las consecuencias de nuestros actos sobre ellas.

El tema es que, como ocurre con las nubes de evaporación de Goldratt que Mario López de Ávila contribuye a difundir, hay que buscar cuál de las hipótesis subyacentes no es del todo cierta, o bien simplemente elegir.

Como comentaba, la primera vez elegí. Y me arrepentí, y por seguro que mi índice de credibilidad bajó bastante más que el Ibex en estos días. Sin embargo, siempre se aprende y en la segunda ocasión, lo ví bastante más claro.

Descubrí que el supuesto conflicto de lealtades -mi jefe/empresa vs. mi equipo- no era tal en el fondo, y encontré la manera de pensar, decir y actuar de la misma forma. Del resultado no me puedo quejar, y todos salimos indemnes(2).

Pero ojo, porque hacer este tipo de análisis también nos puede llevar a racionalizar nuestra decisión, o lo que es lo mismo, autoengañarnos y buscar alguna excusa bienintencionada- para que, escojamos el camino que escojamos, quedarnos tranquilos pensando que lo hago por el bien de los demás.

Y es que esto de las personas es muy difícil y requiere mucho esfuerzo, aunque aparentemente los jefes no produzcan, produzcamos nada 😉

(1) No es que critique los blogs anónimos ni mucho menos, faltaría más

(2) Sé que resulta todo un poco críptico, pero es que no puedo, no debo contar más. Y no, no se trata de un conflicto de lealtades 😉

2 thoughts on “Et elevans eos qui sibi cohaerere voleban

  1. No eres nada críptico (lo que callas, no es necesario). Queda clara tu reflexión y el aprendizaje de tu experiéncia. Gracias por compartirla.
    Soy nueva en esto, pero tenemos (por lo menos) un amigo común.
    Hasta pronto

  2. Odilas, gracias a ti por escuchar, bueno más bien leer, mi reflexión. Y bienvenida. Ya te tenía en el agregador de feeds y en cuanto he tenido un momento te he añadido al blog roll.
    El título de tu blog no puede ser más atractivo e incluye una de mis palabras favoritas: personas. Y desde luego el contenido le hace justicia. Enhorabuena.
    Y sobre nuestro amigo común… creo que ambos tenemos mucha suerte.
    Saludos,
    Antonio.

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