Parte quidem felix nullus utraque fuit

Observo durante estos días previos a las elecciones como se está poniendo de moda una especie de nihilismo político, algo así como si un relativismo pesimista nos invadiera en relación con la cosa pública según el cual no hay opción buena porque todas son igual de malas. O, mejor dicho, la mejor opción es la no opción. Lo he visto en algunas conversaciones con amigos y conocidos, lo he leído en algunos blogs -el último el de Javier Capitán, que ha sido el que me ha dado la puntilla- y creo que la mayoría coincidiréis conmigo en que este sentimiento se palpa en la calle.

Pero yo discrepo. No creo que todas las opciones sean iguales de malas. No lo son, ni creo sinceramente que lo sean para quien se tome la molestia de rascar un poco y llegue un poco más allá de los aspectos meramente formales y coyunturales. Para quien sea capaz de superar los eslóganes y las ideas fuerza con las que nos martillean estos días desde todos los lados del espectro político, de traspasar esa vaporosa cortina de acero que es el marketing político.

Y quiero aclarar que no se trata de ponerme ahora a defender a la clase política. No, no me he dado un fuerte golpe en la cabeza al levantarme esta mañana. Y aunque anoche cené con unos amigos en un fantástico restaurante de setas, no nos pusieron Psilocybe semilanceata. Ni mucho menos.

Bromas aparte, no considero que exista una opción perfecta que cumpla al cien por cien con mis preferencias(1), pero es que tampoco creo que llegue a existir nunca. Mi pensamiento va más bien en la misma línea de lo que escribió hace más de 150 años Tocqueville:

Parties are a fundamental defect of free governments but they do not all times share the same character or the same instincts.

Democracy in America

Alexis de Tocqueville

Si no hay opciones perfectas es porque a la postre los partidos lo conforman personas, y las personas nos equivocamos, metemos las pata e incluso nos corrompemos, y precisamente por el reconocimiento de estas limitaciones es por lo que yo creo en un poder restringido en beneficio de mayor libertad individual. Y en esto, hay unos que se acercan más que otros, si bien contrarios a la libertad hay, como dijo Hayek, en todos los partidos.

Pero no es mi propósito dar aquí un listado de argumentos y comparaciones de por qué prefiero a una opción más que a la otra. Ni siquiera diré cuál es esa opción, no porque me dé vergüenza reconocerlo en público, que no es el caso, sino porque no aporta nada al mensaje que quiero transmitir(2): los partidos no son todos igual de malos, siempre hay diferencias de fondo que hacen que una opción sea mejor que las demás, entre las que incluyo la abstención o el voto en blanco.

Por lo que abogo pues es porque nos tomemos el tiempo de reflexionar sobre lo que nos jugamos de verdad en estas elecciones -en estas y en todas las elecciones, que no se trata de dramatizar 😉

Lo que defiendo es que hagamos el esfuerzo de llegar al nivel del logos, porque las campañas electorales se parecen cada vez más a aquello de que “a qué huelen las nubes”. Estoy seguro de que llegaremos a un punto en el que no haya que enseñar el producto -el proyecto de gobierno- sino cualquier otra cosa valdrá aunque no tenga nada que ver, como en ciertos anuncios de coches(3). Y lo siento pero no, un partido no ha de vender “experiencias”, “sensaciones”, “ilusiones” u otros conceptos bonitos pero etéreos como la “alegría”.

Un partido nos tiene que ofrecer un proyecto concreto basado en dos ejes: qué va a hacer para una gestión eficaz de nuestro bien más preciado -el fruto de nuestro trabajo, es decir, los impuestos- y cómo va a ocuparse de defender nuestra libertad -frente a terceros y frente a ellos mismos.

Y es que equivocarnos al comprar el coche no es lo mismo ni tiene las mismas consecuencias que equivocarnos al elegir a quienes, por el sistema electoral que padecemos, prácticamente le damos un cheque en blanco para que gobiernen -o hagan lo que les parezca- durante cuatro años.

Equivocarnos con que el candidato sea simpático o antipático, gris o alegre no tiene ninguna relevancia, pero sus actos, que son reflejo de su capacidad, su proyecto y su honestidad, sí que la tiene. Y mucha.

Por eso es peligroso decidir en base a imágenes, tópicos y clichés. Es peligroso decidir en caliente y cabreado. Es peligroso decidir porque es lo que he visto en mi casa de pequeño o porque es lo que hacen mis amigos. Porque es lo que se supone que votan -o no votan- los jóvenes o los mayores, los empresarios o los trabajadores, los obispos o los ateos, los punkies o los pijos, los fachas o los progresistas.

Es peligroso decidir sin darle siquiera una vuelta a qué hay de verdad detrás de cada opción, considerando además que no votar o votar en blanco también es decidir. Es una opción más, y no quiero decir que sea una opción equivocada -aunque lo piense, como lo pienso también de otras alternativas de voto. Quiero decir que hagamos lo que hagamos, lo hagamos con un motivo razonado.

Volviendo al ejemplo del coche: si uno se cabrea con todos los fabricantes es libre de no comprarse ninguno y de irse en transporte público. Nadie le obliga a que tenga que comprarse uno por narices. ¿Pasa lo mismo con el voto? ¿De verdad alguien piensa que la abstención hace mella en nuestra clase política? Va a ser que no. Que mientras haya uno sólo que vote, pensar que se dan por aludidos es una quimera.

Por eso, me da igual el razonamiento al que llegue con tal de que no me haya dejado seducir o influenciar por la maquinaria propagandística de los partidos, de los medios que les ayudan y de los colectivos que les apoyan. De la misma manera que me parece esencial que ninguno votemos a unos o a otros sólo porque lo ha dicho nuestro párroco, se lo hemos escuchado al monologuista de moda o hemos visto el video de youtube que era guay, me parece básico que nadie deje de votar porque es lo que se lleva entre gente moderna, moderada y centrista.

Porque ninguno estamos libres, y nos puede pasar como a Javier Capitán, profesional que admiro y sigo, poco sospechoso de hacer juicios a la ligera y capaz de hacer juicios críticos sin tintes de sectarismo pero que sin embargo creo que cae en la trampa de lo que se lleva: decir que no nos gusta ni uno ni otro. Y sin embargo, nótese la diferencia en los argumentos que presenta para rechazar a cada uno.

(1) No hay más que echar un vistazo al desolador panorama que presentan los dos principales partidos cuando se les hace un test de liberalismo, filosofía política con la que me siento más identificado.

(2) Y también, me lo callo porque de todos modos ya lo habréis adivinado a estas alturas con poco esfuerzo 😉

(3) ¿Os imagináis a uno u a otro diciendo lo de be water my friend?

14 thoughts on “Parte quidem felix nullus utraque fuit

  1. Antonio, yo tampoco creo que exista una opción perfecta, pero todo lo que vaya en el sentido de hacer que la clase polí­tica se responsabilice frente a los ciudadanos será positivo.
    Ahora vivimos en un sistema en el que los polí­ticos tratan de conseguir nuestro voto una vez cada cuatro años, y una vez celebradas las elecciones se olvidan de los votantes hasta las siguientes elecciones.
    Se vota a partidos, no a personas, y los partidos no le rinden cuentas a los ciudadanos, porque los partidos no son los que votan las leyes. Lo polí­ticos sólo apelan a su supuesta independencia frente al partido cuando les interesa personalmente (cambiarse de grupo polí­tico por intereses personales, cuestiones éticas más personales aún, …), no cuando creen que es lo que quieren sus votantes (que no los tienen, porque nadie les ha votado a ellos directamente).
    Creo que el sistema en el que vivimos es claramente mejorable, y mientras no haya nadie al que yo pueda personalmente pedirle cuentas de lo que ha hecho con mi voto creo que el voto en blanco es una opción tan buena como las demás o incluso mejor.

  2. Y no olvidemos a terceras ví­as que, aunque sean pequeños, pueden llegar a ser influyentes – y no me refiero a los nacionalismos periféricos y centrí­fugas, sino a partidos como UPyD, y aquí­ en Cataluña Ciutadans – en los que confí­o (no se si soy un ingenuo) para que remuevan el sistema.
    Los partidos actuales, los ya establecidos me refiero, son hoy dí­a agencias de colocación de afiliados y simpatizantes – no concibo que alguien, como el presidente actual por ejemplo, no haya trabajado nunca de nada que no sea “polí­tico”
    En mi opinión es urgente reformar el sistema electoral en varios puntos:
    1- sistemas de elección por listas abiertas – así­ los polí­ticos serán menos esclavos de los aparatos de los partidos
    2- Circunscripción única en toda España – fuera cortijos y reinos de tayfas – todos los votos iguales
    3- Debe gobernar el más votado, que con el punto 2 será también el que tenga más escaños. Si no lo consigue se repiten las elecciones pero en elección directa de candidato – se acabaron los pasteleos y tripartitos
    Seguro que hay matizaciones, correcciones y mejoras, pero los principios son esos.

  3. Alberto, no puedo estar más de acuerdo contigo en casi todos tus planteamientos y, ojo, mi entrada no iba en contra del voto en blanco o la abstención sino en contra del voto no razonado (que incluye esa opción).
    Yo también creo que nuestro sistema electoral es muy malo. Seguramente tuvo su sentido en los inicios de la transición, donde habí­a un sinfí­n de partidos que se presentaban y era un galimatí­as de siglas (yo no lo viví­ en primera persona, pero me lo han contado ;-)). Luego, poco a poco los múltiples partidos se fueron consolidando hasta las opciones que conocemos hoy en dí­a. El sistema que podí­a valer para una democracia inmadura y recien nacida, no creo que valga hoy para una democracia bastante más madura y “adulta”. Sobre todo tras producirse la alternancia y haber vivido diferentes situaciones de gobierno: mayorí­as absolutas de los dos principales partidos y mayorí­as precarias de los idem.
    Bueno, si fuera madura de verdad, como la alemana, en la situación que vivimos, ambos partidos, ambos lí­deres, antepondrí­an a sus intereses partidarios el bien de las personas a las que de verdad sirven y pactarí­an un gobierno estable, un modelo de estado viable y duradero y un sistema electoral adecuado a los tiempos. Pero eso no es así­ (aunque yo crea que uno de los dos no es de fiar porque prima el poder a cualquier otra consideración).
    En todo caso, tú vives en los EE.UU. y vives de cerca un sistema diferente, del que sólo nos llega la parte federal pero tiene un componente estatal muy fuerte, dado que la constitución americana delimita claramente el poder del gobierno central. A diferencia de la nuestra, en la que el poder se transfiere del gobierno central a las autonomí­as, en el americano, al menos en teorí­a, el poder se delega de los estados al gobierno federal. Pero me estoy yendo del tema.
    Querí­a decir que tú allí­ ves que se eligen personas por encima del partido, aunque las tasas de abstención son enormes y el bipartidismo es feroz. ¿Cómo lo ves tú?
    Anyway, decí­a que discrepaba. Te comento en qué: el voto en blanco o la abstención no aporta nada y, como decí­a en el post, muy poca gente tienen que votar en blanco para que se sientan aludidos.
    1.- No aporta porque en definitiva el número de escaños a repartir es el mismo, los 300 y pico que sean. Da igual que vote un 90% o un 35% del censo, al final se reparten los mismos escaños y el resultado para el polí­tico es invariable. Otro gallo cantarí­a si repartiéramos los escaños por número absoluto de votos: si somos 45mill, entonces un escaño por cada 100,000 votos.
    2.- No se dan por aludidos porque los grandes partidos aún en sus momentos más bajos tienen un suelo entre 8 y 9M y al final son 1M de votos +/- los que suelen decidir.
    Aún así­, es mi opinión, of course, y el voto en blanco me parece tan respetable como el voto a cualquier otra opción (bueno salvo a una que con un poco de suerte no les dejarán).
    En todo lo demás, estamos de acuerdo. Lo que sí­ tengo es una opinión formada acerca de por qué hemos llegado a esta situación, pero me temo que está muy mediatizada por mi preferencia electoral 😉 y prefiero no entrar ahí­.
    ¡Caramba! Casi me sale otro post. Contestaré a Luis en otro comentario para que no tenga que leerse este rollo. Pero le plantearé la misma pregunta:
    ¿qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos de a pie para hacer cambiar las cosas? (además del voto en blanco o la abstención).
    ¡Ah! Y gracias por tu comentario y tu aportación al debate.
    Saludos,

  4. Luis, muy bueno el ví­deo 😀 …se ve que nos vamos conociendo 😉
    Por cierto, que ya habí­a visto la escena (aunque no la tuviera en mente) porque hace un año me chupé de un tirón las 7 temporadas del Ala Oeste (y encima en inglés a partir de la 3ª y pagando religiosamente los DVDs a Amazon). Serie que recomiendo encarecidamente, lo único malo es la sensación de vací­o que deja cuando termina…
    También estoy de acuerdo contigo en los sustancial. Y no soy de los que creen en el voto útil ni en el voto de castigo. En definitiva son votos negativos: no son para que gobiernen unos sino para evitar que lo hagan otros, lo cual considero motivos intelectualmente pobres.
    Votar a las terceras ví­as me parece una buena opción y ojalá que consigan suficiente representación para hacerse oir. Mis únicas pegas: que me mosquea que no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo, y que sé qué apoyarán en referencia a temas como el modelo de estado, pero no sé qué apoyarán en cuanto a rebaja de impuestos, liberalización, etc.
    En todo lo demás estoy de acuerdo contigo. En los tres puntos, que me parecen impecables y en los motivos que mencionas. Yo añadirí­a:
    4.- Mandatos vitalicios (como en USA) para los jueces del TS y TC y que se necesite el consenso de los dos grandes para nombrarlos. Para eliminar la politización actual.
    5.- Limitación de 8 años en todos los cargos públicos polí­ticos que no correspondan a funcionarios de carrera. Es decir, un diputado tras 8 años no puede repetir de diputado de las Cortes, pero tampoco en una autonomí­a, ni de concejal, ni consejero, ni director general, ni subsecretario. De nada, que vuelvan a la vida privada. Lo mismo para un secretario de estado, que tras ocho años, no pueda luego ser nombrado consejero en una comunidad.
    Ahora bien, mi pregunta es la misma que a Alberto. ¿Cómo lo conseguimos?
    Y no es una pregunta ni irónica ni retórica, prometo que es sincera e independiente de mi opción polí­tica (con la que no me caso, pero admito haber votado desde los 18 ).
    ¿Cómo cambiarlo desde abajo?
    Saludos,

  5. Antonio, gracias por la respuesta.
    Me has clavado, y debo decir que lo veí­a venir :-D.
    Cierto, votes en blanco o te abstengas no va a cambiar nada, son los mismos escaños. Incluso ya no se informa de cuántos votos en blanco se han depositado, cosa que sí­ se hací­a en los inicios (por qué será).
    Yo, no obstante, veo una gran diferencia entre una opción y la otra, aunque no deja de ser algo muy personal que no tiene evidentemente ningún impacto real: el que se abstiene no deja su compromiso claro, el que vota en blanco sí­. No digo que no se puedan sacar conclusiones de la abstención, muchas, pero el que vota participa, en que se abstiene no.
    Siempre me queda la esperanza de que lo imaginado por Saramago en “Ensayo sobre la lucidez” un dí­a se convierta en realidad, aunque lo cierto es que dudo de que los polí­ticos actuales se dieran por enterados.
    También es absolutamente cierto lo que dices de que posiblemente la importancia que da la Constitución a los partidos fuera necesaria a la vista de cómo estaban las cosas en esos momentos.
    Pero no podemos olvidar que el “pluralismo polí­tico” es uno de los cuatro valores superiores del ordenamiento jurí­dico según el artí­culo 1 de la Constitución, y el artí­culo 6 dice que “los partidos polí­ticos expresan el pluralismo polí­tico”. Es decir, que nuestro sueño de listas abiertas en los que uno vota a una persona que se hace responsable ante sus electores, ¡pasarí­a por una reforma del Tí­tulo Prelimilar de la Constitución!
    Me preguntas por cómo veo yo el sistema americano y su bipartidismo. ¡Me metes en un lí­o! Llevo aquí­ poco más de un año, con la suerte de estar viviendo el proceso actual de elección de candidato por cada partido.
    Esta es una enorme diferencia, porque si bien el bipartidismo es absoluto, se da la opción de elegir al candidato de cada partido, no por ví­a directa, y con matices en cada estado, pero al menos no es el “lo tomas o lo dejas” que tenemos en España, y esto puede cambiar bastante el tipo de polí­tica que se promueva, incluso entre candidatos del mismo partido.
    A mí­ sí­ que me ha salido un post.

  6. Antonio, suscribo el 4 y el 5 que propones.
    A mi también me mosquea que C’s y UpYD no se hayan puesto de acuerdo. Conozco menos la dinámica de UPyD pero en C’s creo que están pagando el no tener las estructuras y mecanismos de un partido – para lo bueno (que es mucho) pero también para lo malo – se nota que no son polí­ticos profesionales
    Serí­a bueno que UPyD y/o C’s tuvieran representación. En Cataluña la irrupción de C’s, pese a que ha sido sistemáticamente ocultada por los medios del “régimen”, ha conseguido que psC y sobre todo PPc, cambien algo sus propuestas – algo es algo
    Es una paradoja o contradicción de la que soy consciente porque de lo que nos quejamos muchos habitualmente – el que partidos con poca representación como los nacionalistas tengan tanta influencia – lo estoy reclamando ahora para UPyD y/o C’s.

  7. No te contradices, Luis. Con una circunscripción única donde el número de escaños fuera proporcional a los votos en todo el territorio nacional lo tendrí­an mucho más fácil y podrí­a votarles, por ejemplo un catalán empadronado en Málaga.
    Hoy en dí­a, es muy difí­cil para un partido de nueva creación el obtener representación porque tiene que presentar candidatura en todas las provincias y puede darse la paradoja que con más votos totales tengan menos representación que si se presentaran sólo en una provincia. Ahí­ está el caso de IU y de los nacionalistas.
    Luego, puedes decir perfectamente que quieres que los nacionalistas tengan menos representación (una acorde al número real de votos) y los C’s o UPD tengán más.
    Alberto tienes razón en que no es lo mismo en blanco que abstenerse. Si uno se abstiene su opción se mezcla con los radicales, los vagos, los pasotas, los que están de viaje, enfermos o simplemente se quedan dormidos, llegan tarde o se les olvida. Y para el polí­tico común la gente no vota si llueve por el mal tiempo y si hace sol porque prefieren irse a la playa o la montaña.
    También en el voto en blanco se mezclan opciones muy diferentes, pero bueno, eso pasa también en el voto a los dos grandes, ¿no?
    Yo viví­ en USA las elecciones de Bush famosas por lo de Florida y era muy interesante hablar con la gente. El sentimiento general era de bochorno y vergüenza…
    Muchas gracias a los dos.
    Saludos,
    Antonio.

  8. Felicidades por hacer evolucionar el blog con el nuevo dominio :)

    En algunas cosas de las que se dicen discrepo, especialmente el test de liberalidad, muy económico (donde hay pocas diferencias) y muy poco social (donde sí las hay).

    Pero hay un argumento que no dejo de oir que a mi, que soy profundamente democrático ante todo, me parece escandaloso: la supuesta sobrerrepresentación de los nacionalistas en el congreso… (claro está considerando sólo nacionalistas a los que se centran en las naciones “pequeñas”, no en la grande)

    Me refiero a la expresada opinión de reducir el peso de los nacionalistas en el congreso basándose en que el sistema actual es injusto… ¿a alguien se le ha ocurrido calcular qué pasaría?

    Vamos a echar unos números con los partidos nacionalistas en un sistema proporcional más justo… una persona, un voto, nada de ley d’Hont, nada de provincias ni CCAA, votos de ciudadanos son diputados, proporcionalmente:

    CiU, en 2004 con un 3,28% del voto obtuvo 10 diputados, si el sistema fuera proporcional el 3,28% de 350 son 11,38, es decir un diputado más. El mismo cálculo para ERC da 8,96, es decir, 9 diputados, uno más. Y eso si, para el PNV da un 5,8 en vez de los 7 diputados que tienen. Coalición Canaria se quedaría igualmente en tres.

    Ah, ya veo el cambio: los dos que se van del PNV van uno a esquerra, otro a CiU. Cambio es, si, pero… ¿cambia algo?

    Vamos a ver quién está entonces subrepresentado. ¿Será el PP? Con un 37,81% de votos consiguió 146 diputados. Con un sistema proporcional tocarían 132,33. Sorpresa, el PP tiene 14 diputados más de la cuenta por mal reparto. ¡Y el PSOE 13 diputados de más!

    ¿Dónde están los diputados que faltan? IU debería tener 11 y no 2 diputados. IU está claramente subrepresentada.

    Me siguen faltando votos y diputados… En el porcentaje que no obtuvo representación (menos del 5%) siguen cabiendo 15 diputados. ¿Deberíamos repartirlos entre los grandes? Quizá con este nuevo criterio habría nuevos partidos minoritarios incluso… ¿los de C’s? A priori no parece muy justo asignar estos diputados a quién no los ha votado.

    Pero vamos a anularlos y repartirlos entre los demás, nuevo resultado:

    PSOE 159, PP 139, CiU 12, IU 12, ERC 9, PNV 6, CC 3, BNG 3

    Compárese con el resultado d’Hont oficial que constituye el recién disuelto parlamento:

    PSOE 164, PP 146, CiU 10, IU 2, ERC 8, PNV 7, CC 3, BNG 2, resto 8

    ¿Quién está sobrerrepresentado? No hace falta ser un ingeniero para multiplicar y sumar…

    Y que conste que voto a uno de los partidos sobrerrepresentados, precisamente el menos beneficiado de los dos, que ve a su aliado natural claramente perjudicado… En cambio los que votan al partido que más beneficios obtiene del sistema actual son los que más protestan. ¡ver para creer!

    Señores, el parlamento como mínimo es tan diverso como los españoles lo somos. Es más, en justícia, debería ser más diverso aún.

  9. Abundando en lo que dices, el debate de anoche me pareci ó un programa rancio y casposo, directamente importado de 1993… Dos señores que intentan caer simpáticos mientras se tiran los trastos a la cabeza… ¿Y por qué solo dos? ¿No hay más candidatos?

  10. Adela,

    Ví el debate y, aunque muy mejorable en su dinámica para mí estuvo mejor de lo que se ha comentado y creo que alguno fue puesto frente a sus propias contradicciones mientras se aferraba al pasado, clichés y lugares comunes.

    Respecto a que haya sólo dos, no me parece mal. Si es en televisiones privadas y los partidos se prestan a ello, ¿por qué no? Estoy viendo ahora un debate en la Primera con varios partidos, y se hace inmanejable. Además, las lógicas discrepancias serían utilizadas para vender la imagen de que hay un partido que se queda solo enfrentado contra el mundo…

    Y si hay varios, ¿dónde cortamos? Porque tan injusto es que haya un debate a dos (los dos que pueden gobernar) como que se excluya a partidos nuevos porque hoy no tienen representación. Lo que verdaderamente clama al cielo es el silenciamiento de Ciudadanos y UPD en los medios, que indica Luis y que, pese a no ser mi opción, estoy de acuerdo en criticar.

    Pero claro, igual de arbitrario sería meterles a ellos y no al resto de opciones de todo tipo y pelaje que uno se puede encontrar en las papeletas y en los anuncios gratuitos, ¿no?

    De todos modos, me gustaría que se les diera voz.

    Saludos,

  11. Gabriel, gracias por tu comentario y por animar el debate. ¡No siempre íbamos a estar de acuerdo! (Menos mal).

    Iré directamente al grano. Te sorprendes de que “los que votan al partido que más beneficios obtiene del sistema actual son los que más protestan”. ¿Y qué tiene de extraño?

    Lo que no tiene lógica no la tiene, y eso es independiente del voto y de la opinión de uno. Tenemos que ser consecuentes, y aunque el resultado sea peor para uno (renunciar al óptimo local), si en conjunto resulta mejor y más justo (óptimo global) hay que decirlo.

    En cualquier caso, no se trata de un problema de la ley D’Hont, que lo que hace es asignar los restos o, si quieres, los decimales de los porcentajes que salen, ya que no puedes asignar 0,36 escaños a un partido. Es, además, un método de asignación de restos que busca la máxima proporcionalidad.

    El problema es el de reparto por circunscripciones, lo cual manda la proporcionalidad al garete porque cuando te juegas 350 escaños para repartir los porcentajes (o los votos) no es lo mismo que cuando tienes que asignar 7 escaños. El impacto es mucho mayor.

    Máxime cuando nuestro sistema parlamentario no es territorial, es decir, los diputados no representan a sus votantes sino a la soberanía nacional en su conjunto.

    De hecho yo creo que no representan a nadie sino a su partido y que si pusiéramos dummies de colores (azules, rojos, …) no notaríamos la diferencia (bueno un poco sí en los impuestos), porque al final es el Gobierno el que ejecuta y el que legisla (y alguno el que pretende juzgar también).

    Para mí caben dos alternativas mejores a la actual:

    * Circunscripción única con lista cerrada (cada partido presentaría una lista de 350 candidatos, o los que pueda)

    * Circunscripciones provinciales con listas abiertas

    Esto es independiente a la Ley D’Hont porque salvo casualidad en el reparto no saldría un número entero de escaños y los residuos habría que repartirlos (¡Y yo que creía que el Álgebra de primero de carrera no servía para nada!).

    En cualquier caso, soy consciente de que eso generaría unos quebraderos de cabeza importantes a los partidos a la hora de hacer las listas en el primer caso (no me quiero ni imaginar las luchas entre las agrupaciones locales para colocar primero a sus candidatos) o a la hora de poner de relieve quien tiene verdaderamente apoyos (en contraste con las actuales oligarquía partitocráticas). Pero ese no debe ser el problema de los españoles ni nos debiera preocupar (bueno, lo mismo aplica a los parlamento autonómicos).

    Y como alternativa a la ley D’Hont es la que apuntaba en otro comentario: dar un escaño por cada 50,000 votos a nivel nacional (o los que salgan de dividir el censo entre el total de escaños), y que se cubra lo que se cubra. Si la abstención es del 50%, pues la mitad de diputados. Que para lo que hacen…

    Y también se podría aplicar por circunscripciones.

    Claro que esto no lo aprueba un político ni borracho.

    Tendría el problema del que se quedara en 49,999 pero such is life, ¿no?

    No obstante, y pese a discrepar un poco, me parece muy interesante el ejercicio que has hecho pues es cierto que tendemos a asumir los clichés y lugares comunes con pasmosa facilidad (y me atrevo a decir que creo que hay cierto partido que tiene una pasmosa facilidad para generar clichés y lugares comunes y conseguir que calen en la gente, pero eso es otra discusión que a lo mejor algún día tendremos que tener :-) …)

    Saludos,
    Antonio.

Leave a Reply to Alberto Cancel reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *