Hayek, mi filósofo/economista liberal de cabecera, escribió su último libro con casi 90 años y lo dedicó a poner de relieve los errores que cometen aquellos que se arrogan la capacidad intelectual para “diseñar u organizar, total o parcialmente (…) cualquier área del entramado de interacciones humanas que constituyen el mercado y la sociedad”, según explica el Profesor Jesús Huerta de Soto en su prólogo a la edición española La Fatal Arrogancia (Unión Editorial).
Efectivamente, Hayek sostiene al comienzo del libro que (el subrayado es mío):
(…) nuestra civilización depende, tanto en sus orígenes como en su mantenimiento, de la existencia de lo que sólo con relativa precisión puede describirse como “un amplio orden de cooperación humana”, más conocido por el poco afortunado término “capitalismo”. Para captar adecuadamente el íntimo contenido del orden que caracteriza a la sociedad civilizada, conviene advertir que este orden, lejos de ser fruto de designio o intención, deriva de la incidencia de ciertos procesos de carácter espontáneo. Vivimos en una sociedad civilizada porque hemos llegado a asumir, de forma no deliberada, determinados hábitos heredados de carácter fundamentalmente moral, muchos de los cuales han resultado poco gratos al ser humano – y sobre cuya validez e intrínseca eficacia nada sabía. Su práctica, sin embargo, fue generalizándose a través de procesos evolutivos basados en la selección, y fue facilitando tanto el correspondiente aumento demográfico como un mayor bienestar material de aquellos grupos que antes se avinieron a aceptar ese tipo de comportamiento. La no deliberada, reluctante y hasta dolorosa sumisión del ser humano a tales normas facilitó a dichos entornos sociales la necesaria cohesión gracias a la cual accedieron sus miembros a un superior nivel de bienestar y conocimientos de diversa especie (…). Quizás sea este proceso la faceta más ignorada de la evolución humana.
Friedrik von Hayek
La fatal arrogancia. Los errores del socialismo
Desde luego, con un inicio así ya se ve que la obra en cuestión tiene mucha más chicha de la que podemos tratar aquí en una simple entrada de blog, pero he querido traerla porque estos días las palabras de su título, “La Fatal Arrogancia” no paran de resonar en mi cabeza cuando oigo las noticias de lo que políticos y periodistas han bautizado pomposamente como “la refundación del capitalismo”.
Lo que más me llama la atención es que sueltan eso de la refundación y se quedan tan panchos. Más aún, no alcanzo a entender por qué la primera vez que alguien dijo tamaña tontería -que sólo un político profesional es capaz de decir sin sonrojarse- no se oyó una carcajada a escala planetaria. Bueno, sí que lo entiendo: no fue así porque el tema no es para reir sino más bien para echarse a temblar: vete a saber el engendro que puede salir de la reunión de esta gente.
Porque esto es como si se hubieran puesto todos de acuerdo para “la refundación del derecho”, “la refundación del lenguaje” o, peor aún, para “la refundación de la moral”. Todas ellas instituciones netamente humanas pero sin padre conocido, ya que han surgido espontáneamente fruto de la inteligencia individual, la interacción social y un proceso iterativo -incluso doloroso, como dice Hayek- de prueba y error.
Y ahora que está tan de moda lo colaborativo, la inteligencia colectiva, el crowdsourcing y todo lo demás… ¿acaso no es lenguaje humano un fabuloso ejercicio de cooperación humana labrado durante siglos y aún en continua evolución -beta permanente, se llama ahora? ¿Y qué me decís del derecho o la moral? ¿No son instituciones sin dueño? ¿Acaso han sido inventadas por alguien?
Y el mercado igual, ¿no? ¡Ah no! ¡Hasta ahí podíamos llegar! Con la Iglesia hemos topado, Sancho. El mercado no es humano, es salvaje. No es un invento colectivo surgido de la cooperación y competencia de las personas que se organizan espontáneamente aun con dificultad. No señor. ¿¡Cómo va a ser eso!? El mercado es algo que inventaron unos señores malo-malísimos y que hay que reinventar, como sea.
Obviamente esto último es una versión caricaturizada de lo que pensarán quienes ven en la actual crisis una oportunidad para hacer causa común contra el capitalismo, o deberíamos decir, la libertad. Que a fin de cuentas es lo que nos jugamos -y no sólo los cuartos.
Por eso, tengo al menos tres objeciones a esto de la refundación del capitalismo, que da muy bien en los titulares a cinco columnas de los periódicos, en las tertulias radiofónicas y los debates parlamentarios pero que, a mi juicio y con todos mis respetos, es una soberana tontería en la que nuestros políticos caen presa de una fatal arrogancia que les aqueja.
Trataré de dedicar una entrada a cada una de estas tres objeciones que de momento introduzco brevemente:
La primera de ellas se sustenta en que la premisa de partida es falsa: hay que reformar el sistema de mercado porque ha fallado y eso nos ha conducido a la situación actual. En mi opinión esta premisa es falaz, porque más bien pienso que si las burbujas -sean de tulipanes, tecnológicas, financieras o inmobiliarias- estallan, es precisamente porque al final el mercado terminar por superar las trabas y dificultades que se le imponen desde otros ámbitos -gobiernos, empresas, bancos- que han fomentado el crecimiento incontrolado de la burbuja.
La segunda, es de orden práctico: ¿cómo se puede refundar lo que nunca fue fundado? ¿Cómo se puede reinventar lo que no ha sido inventado por nadie? Creo que enmendarle la plana a siglos de evolución de una institución social como es el mercado es, cuando menos, arrogante y, cuando más, fatal, en tanto en cuanto, meter mano por las buenas en un sistema tan complejo como éste puede resultar en consecuencias imprevisibles.
Y, finalmente, la tercera de las objeciones: la escasa confianza que tengo en que estos señores, políticos de profesión -no lo olvidemos-, sean los “elegidos” para llevar a cabo tan magna tarea. Sinceramente, me da pánico pensar en lo que puedan “reinventar” estos lumbreras que ocupan el olimpo político mundial tras reunirse, por supuesto a tutiplén y a costa de nuestros impuestos en algún hotel de 5 estrellas acompañados de todo su séquito.
Lo dicho, en los próximos días iré desgranando cada una de las objeciones.
La imagen del cordero corresponde a la obra de Zurbarán titulada “Agnus Dei” (Cordero de Dios), expuesta en el Museo del Prado.
Nota sobre el título: No he encontrado una versión original en latín equivalente al dicho “reunión de pastores, ovejas degolladas”, así que he optado con hacer la traducción yo mismo. Por lo tanto, hay una probabilidad no despreciable de que ésta sea errónea.
Efectivamente, se nos va a quedar una cara de obvejas preocupante, sobre todo cuando empiecen a rodar cabezas. A mi lo que me preocupa de todo esto es la extraña confianza de que esa cumbre va a servir para algo por que se va a “planear” algo mejor que lo que hay…
¿no sería más facil buscar las causas de la crisis? ¿y ahorcar un banquero elegido aleatoriamente cada tres meses?
Antonio, comparto tus puntos de vista.
Para no darle muchas vueltas confieso que me he hecho a la idea de que los “poderosos” han organizado una gran happening en Washington dentro de una especie de «World Series Championship of Big Vacuum Meetings» que sirve para rellenar sus egos y las parrillas de programación de los medios de comunicación.
Por si te interesa un apunte relacionado de Juan Urrutia: Una despedida retrospectiva.
Escribe al comentar un libro que acaba de publicarse que «Me alegro de haber escrito ese párrafo pues me sirve para poner en entredicho las ideas que se presentan estos días como refundadoras del Capitalismo. No se puede refundar el capitalismo porque nunca se fundó.»
Joserra, tengo la ligera intuición de que buscar las causas de la crisis es lo que menos les puede interesar… vaya a ser que se descubran de verdad.
José M, y a los medios de comunicación tampoco parece importarles mucho, porque pueden rellenar su parrilla de programación. win-win 100%
¡Muchas gracias por el enlace! Me parece interesantísimo el blog y no lo conocía (aunque alguna vez sí que me suena haber visto lo del Archivo de Indias).
Un saludo y, muchas gracias por vuestros comentarios!