Esta mañana leía a Enrique que hacía referencia en su entrada al artículo que había publicado en Libertad Digital sobre políticos y blogs. Realmente el artículo tenía más contenido y sólo al final se refiere a la participación de los políticos en la conversación.
Respecto a esto, ya he dejado un comentario en su blog (creo que esta vez no he sido tan moderado, Andrés). En cualquier caso, cualquiera es libre de establecerse en su barrio, sea este de ladrillo auténtico o de cartón piedra. A fin de cuentas, las personas somos libres para visitarle o no.
Sin embargo, es el resto del artículo el que da pie a esta entrada, que no comentario porque me parecía más apropiado para poder extenderme. En él, Enrique Dans compara a los políticos con los gestores de la empresa privada.
En este sentido, comenta que es raro encontrar un político no ya con un pasado de éxito gestionando empresas, sino con un conjunto de habilidades ni remotamente parecido al que les pedimos en las empresas al becario más bisoño. Empezando por la tecnología, que menciona Dans y a lo que yo añado, por ejemplo, los idiomas o incluso estudios universitarios.
No, la meritocracia no es un activo de la vida política, donde un candidato sin experiencia ni laboral ni de gestión, con escasa formación y sin hablar idiomas puede llegar a lo más alto sólo por ser el que tiene menos enemigos (quizás, también menos amigos).
Por eso, Enrique, en Estados Unidos es relevante el pasado profesional de sus políticos. Porque allí hay primarias, hay un Congreso que se elige independientemente del Presidente, listas abiertas por distrito y congresistas y senadores que pueden votar en libertad contra su Presidente si es en defensa de sus votantes.
No obstante, parece que el peldaño último en la carrera profesional del político de alto nivel se encuentra en el mundo de la empresa. Y así, sin saber de idiomas, tecnología o del sector en cuestión, vemos a ex-presidentes, ex-ministros de Defensa, ex-lehendakaris, etc. metidos a consejeros de grandes grupos de comunicación, presidentes de bancos de inversión o a presidentes de operadores regionales de telecomunicaciones.
No, tampoco puede decirse que en el mundo de la empresa la meritocracia sea un principio inmutable.
Pero aquí hay un juez inapelable y mucho más democrático que la Democracia misma: el mercado, donde hay primarias cada día. Donde las personas votamos cada día con nuestras decisiones de compra. Donde los trabajadores hacemos nuestra elección al decidir dónde trabajamos.
Quizás al final todo se reduce a un problema económico. Un problema de oferta y demanda. Un problema de incentivos: una persona honrada y válida, auténtica y talentosa siempre tendrá opciones de vivir mejor en el sector privado que en la política. Y además, con mayor capacidad de hacer el bien a los demás.