Observo una tendencia a la despersonalización y abstracción excesiva en el mundo de la empresa y del trabajo. Hablamos del cliente, de la competencia, de los proveedores, el empleado (o peor aún, los recursos), la dirección o la empresa.
Naturalmente la generalización en el lenguaje es necesaria, ya que no sería práctico referirnos siempre a todos por sus nombres y apellidos. Sin embargo, con frecuencia olvidamos el hecho de que siempre hay, en última instancia, una persona detrás.
Se suelen dar situaciones en las que se plantean expresiones del tipo:
“Es que la empresa no valora mi trabajo”
Yo me pregunto: ¿La empresa? ¿Qué es la empresa? ¿Una figura jurídica? ¿Puede una figura jurídica valorar algo? La empresa por sí sola no existe, somos las personas las que le damos sentido, y como tales valoramos o no el trabajo de los demás. La empresa es por lo tanto nuestro jefe, compañeros, el jefe de nuestro jefe. ¿Es nuestro jefe quien no valora nuestro trabajo? Y si no es él, ¿entonces quién? ¿El jefe del jefe? ¿Los mismos compañeros?
Otra frase común:
“Es que la empresa ha decidido X…”
¿Cómo que la empresa ha decidido? Serán las personas las que deciden, ¿no? Somos las personas las que ejerciendo nuestra responsabilidad tomamos decisiones libres (esto es redundante, porque sin libertad no hay decisión sino imposición) evaluando las alternativas a la luz de unos criterios. Y siempre hay criterios, mejores o peores, explícitos o implícitos, perso siempre los hay. ¿Tiene la empresa criterio entonces, o somos las personas que la formamos las que lo tenemos?
Y es que al final siempre hay una persona, con sus motivos y motivaciones, con su escala de valores y criterios, con sus preocupaciones y distracciones, con su carácter y su temperamento, con sus habilidades e incompetencias.
Ni trabajadores ni directivos debemos escondernos detrás de generalizaciones para eludir nuestras responsabilidades. Y mientras no nos demos cuenta de esto, nos veremos inmersos en la inútil tarea de buscar respuestas donde no se pueden contestar -las empresas no responden, las personas sí. Y todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía.