Hace unas semanas, poco antes de las vacaciones de Navidad llegé en el último minuto a una interesantísma conversación sobre ideología y etiquetas que se reflejó en dos entradas en el blog de Andrés: ésta y ésta.
Es cierto que las etiquetas políticas o marcas sociales son lo que son y no definen más que un conjunto de características compartidas, valores, experiencias y actitudes que comparten las personas que queremos englobar bajo esas etiquetas. Definen el máximo común divisor de las ideas políticas de un grupo más o menos numeroso de individuos. Pero somos personas, individuos con un conjunto mucho más rico y diverso de esas experiencias, valores y actitudes. Tan diverso y rico, que jamás podríamos encontrar dos personas con el mismo conjunto exactamente. No hay dos marcas personales iguales (¿o sí?).
Y como individuos libres, hacemos una elección y escogemos la etiqueta con la que compartimos el mayor número de ideas y valores que representa. Incluso ser apolítico, es una elección: “elijo no elegir”.
Creo que hay tres caminos para llegar a esta la elección: por adopción, intuición y reflexión que a su vez son tres niveles diferente en cuanto a la madurez política.
1.- Desde mi punto de vista, la manera más pobre de todas es la primera, en la que se asumen los postulados de una determinada ideología sin reflexión, sin profundizar en los fundamentos de esa visión y por lo tanto careciendo de cualquier análisis crítico. Se adopta de la misma manera precocinada que nos la sirven y típicamente en forma de lugares comunes, prejuicios y corrección política al uso.
La propaganda ayuda a distribuir esta idelogía para su consumo tipo fast food. Se apela a argumentos sentimentales y demagógicos (pathos según la retórica aristotélica) cuando confronta sus ¿ideas? con otras contrarias, por eso suele terminar en el insulto y la descalificación ad hominem. Aclaro: se da en ambos lados del espectro político, aunque según el siglo y el país abundán más en un lado que en el otro. Cuando se dirige una nación desde esta perspectiva, poco bueno se puede esperar de los gobernantes.
2.- En el siguiente nivel sitúo a la intuición. En tu fuero interno, algo te dice lo que está bien y lo que no, sale de ti mismo, no te viene de fuera. Tiene mucho que ver con el sistema de valores y creencias de cada cual, que aplicamos como criterios a cuya luz evaluamos las ideas políticas. Es decir, si en mi escala de valores el respeto a la libertad individual, la responsabilidad y el esfuerzo como motor del crecimiento ocupan los niveles superiores me hallaré muy cerca del liberalismo.
Sin que nadie me adoctrine, buscaré los referentes entre los miembros de una ideología que muestren una pauta de actuación en torno a unos principios compartidos con los míos, aunque no sean exactamente los mismos y en el mismo orden. De esta manera, la ideología la transmiten las personas que viven los principios que defienden y detentan la auctoritas. Su integridad, su competencia y su historia personal le conceden credibilidad a su argumentos (lo que en Retórica se entiende por el ethos).
3.- Entonces, con interés y curiosidad, comienzas a reflexionar, a leer y a estudiar el porqué de los postulados y principios de la ideología que has escogido. Según reflexionas, buscas autores, lees ensayos, te sumerges en biografías y un artículo te lleva a un libro, éste a otro y todos te suscitan preguntas e interrogantes que tratas de responderte.
El vehículo de la ideología es la lógica de los razonamientos (el logos de Aristóteles). Por eso no basta con la lectura, sino que tienes que pararte de vez en cuando a pensar, a escribir y a confrontar tus opiniones. Tampoco es suficiente con consumir literatura afín a tus ideas, debes asomarte al lado contrario, ponerte en la piel del adversario y a veces ejercer de abogado del diablo.
En definitiva, hay algo hay ahí dentro, aunque no sabes qué, pero si te enfrentas a ideas contrarias y eres honesto contigo mismo, buscarás argumentos lógicos y la manera de darle coherencia y estructura a lo que sólo intuyes.
Si tienes la suerte de encontrarte con alguien con ideas diferentes u opuestas y que se encuentre en los niveles 2 ó 3, disfrutas un montón discutiendo y confrontando, enriqueciendo y reforzando tus ideas. El tiempo parece que se detiene mientras debates tus ideas políticas, porque supone un reto intelectual con el objetivo de convencer a tu interlocutor, y en el que en el transcurso del diálogo tenemos una retroalimentación inmediata. Como hemos estudiado y tenemos ideas propias, nos sentimos con el control de lo que decimos y si se dan las condiciones (una buena sobremesa, noches tranquilas para escribir en el blog) nos concentraremos en la conversación.
Impresionante, maestro.
Antonio esta es una de las reflexiones más brillantes que he leído últimamente.
¡Que suerte haberte encontrado!. Estoy enganchando a tu blog.
Aunque no compartimos el mismo máximo común divisor, creo que si compartimos el mismo mínimo común múltiplo. Y después de todo la gente inteligente nunca está segura de nada (de esto es de lo único que estoy casi seguro).
Lo que me gustaría saber es si opinas que existe mucha gente que haya adoptado una ideología política concreta, que con el tiempo haya reafirmado intuitivamente esa ideología y que al llegar a la última fase la reflexión le haya hecho cambiar tanto su forma de pensar que haya cambiado de ideología (a parte de Federico que obviamente es un caso especial)
Que reflexión más oportuna en estos viscerales tiempos por los que discurre nuestra política. El debate de ayer y más aún los interesados voceros me han llevado a ese pathos que describes.
Tu artículo me da una pista para salir del atolladero.
Otra vez gracias.
Una vez más, gracias por vuestros comentarios que enriquecen al blog y su autor. Si bien, os pido me disculpeis si a veces entre semana tardo en responder, pues este inicio de año me trae de cabeza.
Andrés, el maestro eres tú. Yo no soy más que un aprendiz.
Telémaco, yo sí que he tenido suerte encontrando el tuyo. Admiro tu capacidad de síntesis, como en apenas unas líneas y una imagen o una canción transmites algo que a mí me lleva varios párrafos…
Si todos pensáramos igual y nunca dudáramos nuestra especie haría tiempo que se habría extinguido como los dinosaurios.
Planteas una pregunta muy interesante. No creo que sea un caso habitual (entre otras cosas porque solemos quedarnos en el nivel previo) pero no imposible. Pensando en personajes conocidos se me ocurre por ejemplo Miguel Boyer, cuya trayectoria es conocida y qye habiendo sido ministro con el PSOE ahora es patrono de FAES, fábrica de ideas liberales del PP. Al contrario, hay casos de altos cargos del régimen de Franco cercano a los tecnócratas y que luego fueron ministros con el PSOE. Caso conocido es el Francisco Fernández Ordóñez, que también fue ministro con UCD.
Casos cercanos y de a pie, conozco alguno que hace años era socialista y que leyendo (sobre todo a Ortega), dejó de serlo. Y tengo amigos de izquierdas que cuando discuto con ellos, realmente tienen un pensamiento más liberal que socialista.
Herrera, realmente los políticos profesionales nos lo ponen muy difícil, y la propia dinámica de la política con minúsculas, en la que de un discurso de media hora te entresacan apenas 20 segundos en el Telediario tampoco lo pone fácil. Cuando tienes ese tiempo tan reducido o tienes que dar un titular parece que no hay más remedio que recurrir al Pathos. No, la prensa no es un buen lugar para formarse la opinión.
Antonio son casos tan excepcionales como el porcentaje de gente racional frente al de gente dogmática.
Es un problema de la ley del mínimo esfuerzo, es más fácil que te den las ideas masticadas (a ser posible inyectadas directamente en vena).
En mi opinión la dicotomía “liberal vs socialista” es falsa. Sólo se produce cuando se hacen pasar las ideas por el filtro de la retórica, especialmente de la demagogia. ¿Porque razón tiene que ser incompatible que uno considere buena la libertad con que considere buena la igualdad de oportunidades?
El único problema es que para que la unión de estos conceptos sea estable es necesario un tercero (liberté, égalité, fraternité) que últimamente ha desaparecido del panorama político.
Tanto el socialismo como el liberalismo como ideologías puras(?), encierran dentro de si brutales paradojas. Pero mientras consideremos correcto(?) convencer en lugar de buscar la verdad, intentar debilitar la credibilidad del adversario en lugar de argumentar usando la lógica, usar enunciados sin prueba, confundir lo veraz con lo posible,… las discusiones políticas no tienen mayor valor que las discusiones sobre quien debería ganar operación triunfo.
Muy buen post. Totalmente de acuerdo contigo. El caso de Federico es tremendamente especial porque ha pasado por todas las ideologías.