Lana caprina rixari

Quienes en un alarde de perspicacia intuyen de qué pie cojeo, últimamente me lanzan la pregunta, no sin cierta malicia, acerca de cómo veo yo la crisis que se está viviendo a determinado lado del espectro político, y particularmente en el principal partido que lo representa. Y la verdad, es que no tengo opinión formada al respecto, fundamentalmente porque el grado de opacidad es bastante elevado y tiendo a pensar en que entre lo que transciende a los medios, o mejor dicho, lo que interesadamente dejan unos y otros trascender a los medios, y lo que de verdad está pasando debe mediar un abismo. Total que así las cosas, la verdad es que he hecho un pequeño sondeo -nada estadísticamente significativo, ni de lejos- entre aquellos que considero afines. Y lo que he encontrado es que reina el mismo desconcierto así como diversidad de opiniones.

Naturalmente sí que tengo una opinión formada en relación con el espectáculo que nos están ofreciendo, pero mucho me temo que esto no es diferencial, antes bien, es una de las señas de indentidad más relevantes de nuestro panorama partidario. Y se da a ambos lado de esa cosa que muchos llaman centro político y que yo, sinceramente, aún no entiendo muy bien qué significa más allá de la moderación en las formas, como explicaré más abajo -o intentaré hacerlo. Y, naturalmente también, que tengo claro cuáles son mis principios en lo político y lo social, pero lo ques estamos discutiendo aquí es otra cosa bien distinta.

En todo caso, a ver cómo cómo planteo esta entrada, porque tras un mes sin publicar las ideas me vienen a la cabeza en una sucesión desordenada y aunque eso de escribir con los pies está muy bien, al final uno espera que no se le entienda como el $%&# -vaya, qué mal hablado estoy hoy, y eso que ahora ya no hay crispación.

Fundamentalmente, lo que quiero decir es: uno, el brikidance… ¡Ups! perdón… no, no era eso. Ahora en serio:

  • uno, que aquí de lo que se está debatiendo es de quién manda en el partido y en el reparto de los cargos -si es que debatir es que unos protesten, otros apoyen incondicionalmente y el mentado calle, o hable para no decir nada.
  • dos, que lo de debatir las ideas está muy bien, pero si todo el debate de idea es la concepción del modelo nacional, pues que a mí ya me cansa oiga. Que el que el modelo de estado sea el que tenemos, o una república federal, confederal o asociación de vecinos a mí ni me da de comer, ni trabajo, ni más libertad. Realmente me da igual -en el fondo no tanto, pero no lo convertiría en el eje central de mi ideario político- el sistema que defienda cada cual, lo que quiero es que me digan cómo van a hacer para que el individuo recupere cotas de libertad y cómo van a gestionar el poder que les delegamos de manera cada vez más eficiente y efectiva en relación con los problemas que le compete al estado abordar – y que debería ser un número reducidísimo y decreciente, acotado por los límites de las posibilidades de la iniciativa privada.
  • tres, que el nivel de confusión del personal, especialmente en la prensa y opinadores profesionales, es tremendo. Oiga, si a usted le pagan por ser “analista político” -dígase así, con voz engolada-, al menos documéntese y lea un poco. Y si ya lo ha hecho, peor aún, porque pensaré que pretende manipularme. Y me explico -quizás esto daría para un post entero-, ¿soy yo o tengo la sensación de que el único atributo que se valora para catalogarte de extremista o centrista es la moderación en las formas? Porque si no es en las formas, peor me lo pones porque no me cabe en la cabeza que uno pueda ser “moderado” en sus valores. ¿O no? Siempre he creído que los valores o se tienen o no se tienen -me refiero a valores concretos, todos tenemos valores-, por lo tanto no veo la forma en que uno pueda ser moderado en sus valores y sus creencias. Que en definitiva esto es lo que marca que uno sea de derechas o de izquierdas. Liberal o Socialista. Conservador o Revolucionario. El que luego sea más o menos radical en la forma en la que planteo mis argumentos, más o menos tosco debatiendo mis planteamiento, más o menos tolerante con los que piensan diferente, eso es otro cantar. Pero es indiferente de a qué lado se produzca. Aunque naturalmente ha calado muy profundo el prejuicio de que eso es más de un lado que de otro. Prejuicio que, valga la redundancia, no soporta el juicio de los hechos y ante el cual yo pacíficamente me rebelo.
  • cuatro, que la empanada mental de arriba se multiplica por varios órdenes de magnitud cuando se entran a valorar las diferentes corrientes que forman teóricamente parte de la derecha: demócrata cristianos, conservadores, liberales, neocons, centristas y hasta socialdemócratas he leído últimamente (sic). Es más, esta misma tarde, leía a uno de estos profesionales de la opinión referirse al término conservadurismo liberal, incosciente o ignorante el hombre de estar formando un oxímoron, dado que conservadurismo y liberalismo, si no incompatibles, si que son contradictorios. Al respecto, recomiendo la lectura del epílogo de Hayek -uno de los grandes pensadores liberales del siglo XX- a su Fundamentos de la Libertad titulado “Por qué no soy conservador”. Optimista que es uno, espero que al poner sobre el tapete toda esta panoplia de concepciones políticas, al final se pueda explicar en qué consiste cada una y qué visión tiene acerca del modelo de organización social óptimo. Todo este optimismo se derrumba cuando oigo a sus supuestos paladines expeler palabras hueras, vacías de contenido… a todos menos a una persona, la más pedagógica de todas y una de las dos culpables de fuera a hacerme con los primeros volúmenes de Hayek, Popper, von Mises, etc. Sin embargo, como es la única persona con ideas claras y concretas y con coraje para defenderlas aunque sean antiintuitivas, por estar en el lado equivocado y no en el “bueno” -en el que por el mero hecho de estar se goza ya de la legitimidad-, pues se le tacha de ultra.
  • quinto, que el hecho de que estos señores -me refiero a los políticos en general-, cuando se quieren arrojar mensajes unos a otros, ya sea entre compañeros o adversarios de siglas, utilicen los medios de comunicación, me parece un despropósito -aparte de que cada vez me da más pereza escucharles. Y es que los telediarios hoy se han convertido en verdaderos reality shows, aunque mucho más aburridos, con señores con corbata lanzándose mensajes -o señoras con traje de chaqueta- y los reporteros haciendo de correveidile -“Sr. Tal, ¿qué le han parecido las declaraciones del Sr. Cual en las que decía que usted es un cab$%n con pintas?” “Mire usted -responde el otro-, el Sr. Tal no hace más que crispar, pero en todo caso le digo que el que lo dice lo es, y su Señoría más y rebota, rebota y en su %$& explota”. Y luego van al Sr. Cual y así hasta que termina el ciclo informativo semanal, que empieza tras la reunión de maitines, rueda de prensa posterior y luego la cadena de réplica y contraréplica.
  • sexto, que me reafirmo en la frase aquella de Tocqueville que ya he citado antes por aquí sobre que la democracia sería perfecta si no fuera por los partidos. Efectivamente, estoy sinceramente convencido de que lo peor de nuestro sistema político son los partidos y que, si la confrontación inter-partidos es de por sí áspera, más miserables son aún las cuitas -reyertas, diría yo- intra-partido. Esta tarde, cuando venía de camino a casa, oía en la radio una idea que me parece más que acertada. No recuerdo los términos exactos y por eso no la entrecomillo, pero venía a decir algo así como que entre partidos diferentes no hay enemigos, hay adversarios, los enémigos donde están es dentro de los partidos.
  • y séptimo, que podría seguir y seguir, pero me parece que la entrada tiene una extensión considerable, y su nivel de ininteligiblidad es proporcional por lo que mejor dejarlo aquí y dejarle alguna energía al sufrido lector por si aún le quedaran ganas de confrontar alguna de éstas, mis radicales opiniones 😉

P.S. Prometo que algún día cumpliré una promesa contraída y empezaré a escribir sobre el liberalismo, pero aún no he encontrado ni el tiempo, ni la motivación necesaria ni, lo más importante, no me siento todavía preparado para abordar la tarea con ciertas garantías.

Nota sobre la actualización del título: He cambiado el título anterior (Carthago delenda est) por uno más acorde al mensaje de la entrada y que corresponde a la versión latina de las famosas “discusiones bizantinas” o, mejor aún, a los galgos y podencos de la fábula de Tomás de Iriarte. Concretamente, siginifica “discutir sobre el pelo de la cabra”, acuñada por Horacio burlándose de las discusiones que había en su época sobre si al pelo de cabra se le podía llamar lana como a la de la oveja.

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4 thoughts on “Lana caprina rixari

  1. hola, como ya se que te enteras si te leo, pues ahora también te escribo. Esta esquizofrenia del pp era previsible tras perder las elecciones, y es que en definitiva lo que verdaderamente les importa es el poder… de todos modos creo que la intromisión del tercer poder en todo esto es demasiado alta. El partido, como la familia debería solucionar los problemas de puertas adentro para eso tienen un congreso en puertas.. en fin tengo que dejarte que tengo un paciente en la puerta. bsss

  2. Una duda sobre la que llevo tiempo para escribir: ¿mantener principios o lograr resultados?
    Lo puedes aplicar a personas, empresas y a partidos políticos.

    De las formas, mejor ni hablamos.

    A lo mejor este comentario es solo un sinsentido escrito a deshoras, pero creo que tiene algo que ver.

    (Creo que se ha duplicado, por favor, borra el anterior)

  3. Escribe cuando quieras, Pilar que para eso están los blogs y es lo que enriquece la conversación :-)

    Aciertas de lleno en que lo que buscan los políticos es el poder por el poder, por mucho que lo vistan de servicio público y de que quieren tener el poder para cambiar las cosas y todo eso. Esto creo que ya no se lo cree ni el tato. Aunque eso sí, puestos a que alguien tenga el poder, al menos que lo tenga quien menos daño pueda hacer. Aún así, no renuncio a que algún día llegue alguien con el coraje y la altura moral suficiente para usarlo en reducirlo y devolvérselo a los individuos.

    Una utopía, sí. Pero una utopía mucho más tranquilzante que esa otra, que sueña con que los gobernantes tengan poder ilimitado para lograr la igualdad por la fuerza de todos.

    Y sí, aquí parece que todos los poderes, incluide el de la prensa están amalgamados en una masa informe con una cosa en común: querer mandar en los demás.

    Rafa, ya está borrado. No sé por qué pero me aparecen la mayoría de los comentarios para ser moderados. Tendré que revisar la configuración del WP.

    Anyway, la respuesta a la pregunta que haces debería estar clara y aplicable a todos los ámbitos. Aunque en tu pregunta está implícito que para lograr resultados hay que renunciar a los principios. ¿Es esto siempre así? ¿Merece la pena el resultado si para alcanzarlo hay que olvidar los principios? Es más, ¿seria ese un resultado positivo?

    Está claro, que la renuncia puede ser eficaz en tanto en cuanto consigue unos resultados concretos a corto plazo pero, ¿y a largo plazo? ¿No compromete esto la eficacia a largo? ¿No destruye esto la consistencia? ¿No se carga la confianza en el futuro?

    O lo que es lo mismo, podemos engañar una vez, y a veces hasta dos, pero ¿es sostenible? Y quien habla de engañar habla de faltar a los principios porque, ¿qué es eso sino engañarse a sí mismo?

    No, no es un sinsentido ni muchísimo menos.

    Como siempre, muchas gracias a los dos por vuestros comentarios.

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