Aunque pueda ser un tópico, no por ello deja de ser cierto que la mejor manera de ayudar a una persona en paro no es darle un subsidio, sino darle un empleo.
Pero ocurre que el estado, que es el aparato social de fuerza y coacción tal y como lo definía Mises, no está para dar trabajo a la gente, sino para “proteger y amparar la vida, la salud y la propiedad privada de los particulares que, por violencia o fraude, puedan perpetrar enemigos internos o externos”[1]. Los gobiernos, por tanto, salvo incrementar el número de funcionarios, no disponen de mecanismos para la creación directa de empleos. Sin embargo, sí que pueden contribuir -y en mi opinión, lo hacen-, a dificultar la creación de puestos de trabajo por parte de los empresarios, que son quienes en primera y última instancia los que los generan en una economía de mercado. Otra cosa es que tras el florido “nuevo modelo productivo” que tanto juego está dando últimamente a cuenta de la crisis y del supuesto fracaso del capitalismo y del mercado, estén ocultando siniestros deseos de volver a plantear el fallido modelo de planificación centralizada. Modelo que hasta la fecha no ha sembrado más que hambre y pérdida de libertad allí donde se ha intentado implantar. Pero esa es otra historia.
Estaba pensando en esto de los obstáculos que los gobiernos ponen a que los empresarios desarrollen su actividad, y en concreto en una de las medidas estrellas que el de aquí, de España, se ha sacado de la manga en el reciente debate sobre el estado de la nación: reducir en no sé cuántos puntos el impuesto de sociedades a las PYMES que mantengan o mejoren (sic) su plantilla en no sé cuánto tiempo.
No voy a entrar mucho en criticar la medida, pues ya ha sido comentada ampliamente en tertulias varias. Sólo diré que a mí me parece que bajar impuestos siempre es mejor que las ayudas directas -subvenciones-, pero hombre, esto es como darle la medicina al paciente que está sano y negársela al que tiene fiebre. ¿O es que no cayeron en que el IS se paga sobre los beneficios? En fin, es lo que tiene la improvisación.
La línea de impuestos, además, suele verse muy abajo en la cuenta de resultados y suele verse más en los despachos de abogados que se dedican a la planificación fiscal que en las salas de reuniones donde se toman las decisiones empresariales. Decisiones empresariales como el dimensionamiento de la plantilla o medidas de restructuración y reducción de costes.
Es decir, cuando uno mira un negocio, uno mira si genera o consume caja, y eso depende de lo que sea capaz de vender, el margen que le saque y las inversiones que necesite hacer para mantener el negocio. El impuesto de sociedades, siendo importante, llega mucho, mucho después. Sin embargo, hay otros impuestos que hacen acto de presencia bastante antes y con bastante impacto, pues afectan en gran medida a los costes de producción y, por lo tanto, a la competitividad de las empresas españolas frente a la competencia de otros países. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a los costes de la seguridad social, que en nuestro país encarecen los costes laborales en un 30%.
Así, dándole vueltas a este tema se me ha ocurrido hacer unos números rápidos. Pues bien es cierto que a los liberales se nos llena la boca diciendo que bajar impuestos siempre tiene un efecto positivo en la economía pero rara vez se ve un número, y claro esto si no se explica no se ve intuitivamente.
Así que me he puesto manos a la obra y me he hecho un modelito muy simple para ver cuál sería el efecto de reducir a la mitad las cotizaciones sociales que pagan las empresas por los empleados que tienen en nómina. Para ello, me he tenido que inventar unos datos sobre la nómina media, que son los que se muestran en el cuadro de la derecha. Por motivos de simplicidad, he optado por utilizar 100 como base y suponer que los subsidios por desdempleo igualan el salario (que ya conocemos que no es cierto porque hay un tope). También he redondeado alguna cifra, como el 4,7% de la cotización personal a la Seguridad Social, que he convertido en 5% (esto es una nota para los puntillosos).
Con estos datos, he supuesto una población activa de 100 personas y me he pintado tres escenarios: (1) con pleno empleo, (2) con un 15% de tasa de desempleo y (3) con una rebaja del 50% en las cotizaciones sociales de las empresas y un 4% de tasa de desempleo.
¿Por qué un 4%? Porque es la tasa a la que aproximadamente los costes salariales de las empresas serían los mismos que pagando el 100% de las cotizaciones. O lo que es lo mismo, refleja la siguiente hipótesis: los empresarios, obligados por la crisis -caída de la demanda- deben reducir su estructura de costes. En un entorno con cotizaciones al 30% de los salarios, no tienen más remedio que ajustar sus plantillas, destruyéndose empleo y generándose un 15% de paro. En aras de la simplicidad, asumimos que en esta situación (con un paro del 15%) se produce el equilibrio. Es decir, los costes salariales totales de las empresas han alcanzado un punto por debajo del cuál no es necesario reducir más.
Así, lo que viene a plantear el tercer escenario es que la reducción de las cotizaciones sociales permitiría a las empresas reducir sus costes sin necesidad de restructurar su plantilla de manera tan agresiva, de modo que para alcanzar el punto de equilibrio antes mencionado, sólo habría que amortizar un 4% de los puestos de trabajo en lugar del 15% que se producía antes.
Veámos qué pasa en cada uno de estos escenarios:
Pues bien, lo que el cuadro que acabamos de ver viene a poner de manifiesto es que la reducción del gasto del estado en subsidios por desempleo es capaz de compensar la caída en ingresos de la Seguridad Social por la caída de las cotizaciones: lo que ingresa neto el erario público es exactamente lo mismo. Y todo ello sin mover un milímetro las prestaciones sociales ni tocar los salarios de los trabajadores.
Para los que os gustan los gráficos, a la izquierda podéis comprobar visualmente cómo queda la cosa. Las empresas mantienen los costes salariales pero gracias a la disminución de la SS pueden mantener un mayor número de personas en plantilla. Pero, se puede argüir, esta rebaja de costes, se puede traducir en una bajada de los precios para mantener las ventas durante la crisis. Claro que sí, pero recordemos que estos costes totales son aquellos que una vez alcanzados, permiten a las empresas sobrevivir, por lo tanto, ya llevan implícitos tanto la caída de volúmen como de precios.
Por otro lado, el gráfico inferior muestra como pese a la reducción de los ingresos de la SS, los ingresos netos totales prácticamente no varían. La diferencia se debe a los menores gastos por subsidios al haber menos gente a la que pagarle la prestación por desempleo. Los ingresos por IRPF permanecen invariables porque hemos supuesto que el subsidio iguala el salario y, en este país, a los que perciben el paro les retiene Hacienda como a todo hijo de vecina -no deja de ser curioso que te den dinero y luego te quiten una parte.
Seguramente, en la línea dos algun habrá dicho: “sí claro, dices que por bajar las cotizaciones a la mitad el paro se divide por tres y yo me lo creo. Ese dinero los empresarios seguro que se lo guardan para enriquecerse ellos y a los trabajadores que les zurzan”. Puede ser que haya sido un poco optimista, es cierto, pero si no os gusta el 4% ponemos otro número. Porque lo que es evidente es que el desempleo debe bajar. Los empresarios son empresarios pero no son tontos, y si tienen la oportunidad de bajar costes sin echar gente lo harán. Porque dado que esta medida no supone un incremento de la productividad -hay otras que estoy convencido de que sí, pero es más difícil de demostrar-, y dado que el empresario querrá seguir vendiendo todo lo que le demande el mercado mientras pueda producirlo a un coste que sea menor que el precio, no tiene ningún incentivo a desprenderse de personas que, a fin de cuentas, son las que le ayudan a atender a su clientela. Y, en cualquier caso, si decide que parte del ahorro lo va a emplear en renovar maquinaria –ergo invertir-, puede que él no esté contratando a más gente, pero está generando una demanda en algún otro sitio que alguien tendrá que cubrir, digo yo. Por no decir de los beneficios de la inversión, que asegura la competitividad -y por ende, el empleo- del mañana.
A una malas, si el empresario cae en la tentación de echarse al bolsillo el ahorro, sin dejar de despedir, no olvidemos que dicho ahorro va directo al bottom line, es decir, al beneficio. Algo por lo que hay que pagar el 35% en esta nuestra España. Por tanto, aún en el caso de que los empresarios cumplieran con la imagen ideologizada que de ellos tienen a cierto lado del espectro político, aún así, su amado estado estaría recuperando una buena parte de lo que generosamente habría cedido.
Otro argumento que se podría oponer es el de la prueba de la progresión. Es decir, qué ocurre si luego viene otra crisis y bajamos el 50% y luego otra y otra. Es evidente que la medida sólo sería eficaz una vez, estoy de acuerdo. Pero sostener el argumento contrario sería como aquello que vi una vez en un tebeo del Botones Sacarino, que subía la calefacción en verano para notar el fresquito al quitarla. O el chiste aquel del que iba por la selva con un trozo de viga de hierro, para soltarlo y así correr más rápido en caso de que le saliera un león. Pues eso, ¿qué hacemos? Cuando nos recuperemos de la crisis, ¿cógemos una viga más grande?
Son sólo números y números gordos. Con muchas aproximaciones y mucho ceteris paribus de los que les gustan a los economistas. Y se suponen variables como fijas que en realidad no lo son. Todo eso lo sé y me consta que será otro argumento que, no sin justificación, se pueda poner sobre la mesa. A uno, que es ingeniero de teleco y se ha pasado toda la carrera suponiendo que la tierra es plana, libre de obstáculos y sin atmósfera, pues claro, estas aproximaciones no le escandalizan. Pero entiendo que como mínimo cause sospecha.
Ahora bien, si para una cosa tan sencilla hace falta tomar tantas hipótesis y tantas aproximaciones, digo yo que quienes estén planificando el nuevo modelo productivo para España se estarán tentando la ropa, ¿no?
- ^ Ludwig von Mises, La acción humana: Tratado de Economía, Unión Editorial, 7a edición, Madrid 2004, p. 307
La decisión de los empresarios de reducir el personal, por ejemplo, de una línea aérea, debe basarse en el hecho de que el tráfico de la misma haya bajado un 30%, por poner una cifra aproximadamente real, y por tanto no sean necesarios tantos equipos. El hecho de introducir una distorsión en el mercado, como la quiebra de la seguridad social que estás proponiendo ;), no hace que estos trabajadores pasen a ser necesarios, sino que se retengan artificialmente, algo así tan distorsionador como la medida de hacer rebajas en el IS siempre que no se reduzcan plantillas…
En realidad los estados son incapaces de hacer cosas útiles para la economía… los modelos productivos que algunos estados intentaron construir desde cero colapsaron hace tiempo, así que dificilmente un estado será capaz de cambiar algún modelo productivo
quizá la honrosa excepción son las inversiones en infraestructura, en línea del gobierno americano o incluso el plan-E, siguiendo la línea que trazó John Maynard Keynes en 1936:
“If the Treasury were to fill old bottles with banknotes, bury them at suitable depths in disused coalmines which are then filled up to the surface with town rubbish, and leave it to private enterprise on well-tried principles of laissez-faire to dig the notes up again (the right to do so being obtained, of course, by tendering for leases of the note-bearing territory), there need be no more unemployment and, with the help of the repercussions, the real income of the community, and its capital wealth also, would probably become a good deal greater than it actually is. It would, indeed, be more sensible to build houses and the like; but if there are political and practical difficulties in the way of this, the above would be better than nothing.”
un cordial saludo 😉
Tuiteado¡ http://twitter.com/Yoriento/statuses/1975923905
Se echan en falta análisis rigurosos como el tuyo y sobre tanto debate retórico
…SOBRA tanto debate teórico, quería decir. Sorry
Gabriel, no sé por qué cuando estoy tanto tiempo sin escribir no me recuerdo a mí mismo lo que me estoy perdiendo sin tener la oportunidad de tener estos estimulantes debates!
Lo que indicas es, sin duda, un argumento válido y que me planteba mientras ponía a prueba mi razonamiento. En parte por eso trataba de explicar que al igualar los costes laborales al caso con 15% de paro y no al de nivel del pleno empleo estaba tomando en consideración que la reducción de los costes laborales permite reducir los precios manteniendo unos márgenes mínimos. Con la bajada de precios, se compensaría la demanda y, por lo tanto, habría que mantener la capacidad de producción y, por consiguiente, dejarían de estar ociosas esos trabajadores.
Obviamente es una cadena secuencial simplista y optimista, pero mi intención es que se viera el efecto claramente. No creo que nunca llegara a coincidir justo y, en cualquier caso, estamos hablando de cifras totales promedio. Como en todo promedio, necesariamente habría a quien le sobrara capacidad y a quien le faltara (pues luego hay especializaciones, limitaciones geográficas, etc.)
Ahora bien, en lo que si discrepo es con tu afirmación sobre la introducción de la distorsión del mercado con la quiebra de la Seguridad Social (que insisto los números muestran que no habría tal quiebra): estaríamos removiendo precisamente una distorsión del mercado, la que introducen los poderes públicos.
De no haber seguro de desempleo público -y, por lo tanto, forzoso- habría seguros de desempleo privados que la gente contrataría -o bien, separarían una parte de sus ingresos como ahorro en previsión de lo que pudiera pasar. Pero con esto, estoy quizás introduciendo otro debate tanto o más jugoso!
En cuanto a la medida Keynesiana por antonomasia (por cierto, ¿sabías que Hayek y Mises eran amigos de Keynes y le tenían un gran respeto como economista?), en primera instancia tiene su lógica y hasta su efecto positivo, pues nadie puede negar el efecto del incremento de la inversión pública en la demanda agregada. Lo que ocurre, es la segunda derivada: el efecto que tiene sobre el resto de factores de la DA, que seguro que conoces y que se suele llamar el efecto expulsión o crowding out. Es decir, el dinero público tiene que salir de algún lado, y sale o bien de los impuestos (reduciendo la renta disponible y por tanto el consumo o el ahorro de los particulares y empresas), o bien de la emisión de Deuda Pública que a su vez tiene un doble efecto expulsión: el inmediato que desvía la liquidez financiera hacia el Estado en vez de hacia las empresas (el total que los bancos están dispuestos a prestar, se reparte entre los privados y el Estado); y el futuro por el pago de intereses, que han de retraerse de la renta disponible.
Bastiat, tiene algún ensayo breve donde habla de Napoleón y su idea al hacer los campos de Marte, que no era otra que vaciar una explanada para volverla a llenar de tierra y así generar trabajo y ¿riqueza? para el país!
Vamos, algo parecido a enterrar botellas llenas de billetes en minas de carbón en desuso pero sin nada de laissez faire, todo muy planificado
Excelente cita, por cierto.
Un saludo,
Yoriento, como te he dicho en Twitter, ¡muchas gracias!
Estas cosas le animan a uno a ponerse manos a la obra y a seguir escribiendo y aprendiendo!
Un saludo,
Con lo de la quiebra pretendía ser provocador, ¿eh? Nadie duda de que existen otros modelos de pensiones privadas, precisamente las que perdieron la mitad de su valor el año pasado 😉
El aspecto crowding out es precisamente muy interesante. Hace unos meses escribí un post en el que comentaba precisamente el peligro de crowding out. Sin embargo no está claro de qué manera los hogares y empresas reaccionan al incremento de la deuda del estado. Ya en la época de los republicanos de Reagan el discurso oficial decía que, bajando impuestos, y por tanto yendo al déficit, se generaría más actividad económica y se recuperaría a medio plazo la recaudación del estado, y por tanto se compensaría un efecto con otro. Sin embargo tal cosa nunca sucedió y precisamente fue el germen de las terribles descompensaciones que esta situación corregirá a la larga.
Ahora mismo hay diferentes escuelas económicas que discuten sobre si el crowding out es empíricamente relevante o no lo es. La que mencionas utilizaba como mecanismo de transmisión los tipos de interés, mecanismo que en este momento no está funcionando.
Pero es evidente que, de aumentar los intereses, el retorno de las empresas disminuye y, algunas inversiones dejan de tener sentido y no se realizan.
Sin embargo la mayor actividad económica que genera el estado produce un efecto complementario, llamado “crowding in” que se debe a la expansión de la demanda que recibe el sector privado. Al realimentarse se crea un efecto acelerador que es especialmente importante cuando la industria sufre una importante capacidad infrautilizada, como por ejemplo en una recesión como la que vivimos. Y es que los costes fijos de las empresas no pueden escalarse hacia abajo fácilmente, y cualquier cambio de actividad también tiene un nuevo multiplicador -en este caso negativo- sobre los beneficios. Con el crowding in cambiamos el signo de la multiplicación de los dos factores.
¿Qué economías pues son las que pueden sufrir más el crowding out? Las que están precisamente produciendo al máximo, las que tienen toda su población ocupada, que son las que más sufren, obviamente, la interferencia del sector público. A medida que una economía tiene más “hueco”, es el crowding in el que empieza a dominar. Y especialmente si el ahorro no se está canalizando hacia la inversión porque falla la correa transmisora (el sistema financiero). Entonces su papel lo hace el sector público.
Todo esto sin tener en cuenta el comercio internacional, ya que el hecho de premiar los tipos de interés en una zona para atraer capitales, como antes decía el principal elemento transmisor del crowding out, provocará más demanda de esa divisa y por tanto mermará la competitividad de las exportaciones. Otro tipo distinto de crowding out del que, dentro del Euro, estamos resguardados.
Ya me estoy enrollando otra vez como ves hay diferentes efectos que se mezclan aquí, la mayoría de ellos no suficientemente comprobados.
Y, como último punto, también está el “motivation crowding out” que dice que, si concedes incentivos económicos, puedes eliminar la motivación imprescindible para aumentar la competitividad, al ser menos necesaria. Eso se asocia con el tema de las subvenciones, que nunca han conseguido, a la larga, generar un sector competitivo y eficiente. Estoy seguro que esta teoría la suscribirían la mayoría de los citados. Sin embargo, si eliminas la palabra “motivación” este efecto va en contra del sentido común económico generalmente aceptado.
Y es que, cuando nos pagan por ir al cine, no disfrutamos viendo la película
Un cordial saludo,
Había leído tu entrada sobre el crowding out, y en parte por eso lo mencionaba, Gabriel, aún sabiendo la que me iba a caer 😉
Bromas aparte, me ha encantado lo del motivation crowding out, y estoy totalmente de acuerdo con el efecto desincentivador. ¿Cuál es el sector más incentivado en España?
No tengo ni idea, así a bote pronto y ya que lo mencionas, se me ocurre el cine, donde puede que en valor absoluto no sea muy relevante comparado con otros sectores pero quizás en comparación con la taquilla sí que adquiera cierta importancia. ¿Ha mejorado el cine español en competitividad frente a otras factorías internacionales? Me da que no, que no ha mejorado ni en espectadores (y no le echemos la culpa al P2P, que las americanas también se las descargan la gente y las españolas ni eso), ni en premios internacionales (la última Palma de Oro de Cannes creo que se la llevó Buñuel). O por no hablar de España (para que no se diga que digo esto por su posición política), vayámonos a Francia que es el paradigma de la subvención cutural… ¿cuál ha sido la última película francesa con una taquilla digna de mención?
Sería interesante disponer de una estadística por sectores para ver si hay alguna correlación entre importe de subvención concedido al sector y nivel de competitividad. Lo complicado sería medir la competitividad de un sector en su conjunto y cómo compararla con los otros sectores.
Desde luego, esto enlaza con un post que estoy pergueñando y que tiene mucho que ver con el tan traido y llevado problema de la productividad en España y el carácter, si no subvencionado, protegido de nuestro sistema laboral. A ver si esta vez no me arrugo y soy capaz de publicarlo antes de que tengamos un nuevo modelo productivo y ya sea tarde 😉
Un abrazo,