Mientras preparaba la hoja Excel para ilustrar la entrada anterior sobre la fiscalidad de las SICAVs, como efecto colateral y no buscado surgió otro modelo que es el que comparto hoy en este blog. Pero antes un aviso: esta entrada puede herir la sensibilidad de todo aquel que crea en un estado pequeño pero suficiente, dedicado únicamente a proteger la esfera de libertad personal de sus ciudadanos y que no se entrometa en el ámbito privado de las personas, que respete y proteja la propiedad privada (no ya, la expropie y se adueñe de ellas), imponga y asegure el cumplimiento de los contratos y, en definitiva, haga que las personas seamos responsables de las consecuencias de nuestros propios actos, interviniendo con carácter excepcional en casos de extrema necesidad y de dependencia.
He creído conveniente hacer esta advertencia porque este es mi caso y los números que muestro en este artículo, no por menos intuidos, dejan de resultarme menos abrumadores y descorazonadores. Por el contrario, también hay que decir, que le sabrá a poco y aún querría que fuera más, a aquel lector que sea de la opinión que la función del estado es la de proporcionar la felicidad de sus ciudadanos, colmándoles de todos los bienes materiales que estos necesiten para que puedan dedicarse a realizar sus deseos y hallar así respuesta a sus inquietudes sensoriales, sin tener que preocuparse de minucias como esforzarse para mantener y mejorar en su trabajo, proveerse para un futuro en el que las fuerzas ya no estén para lo primero, ahorrar para hacer frente a imprevistos (pérdida de trabajo, enfermedades, accidentes, etc.), reservar una parte de los ingresos para darle la mejor educación a sus hijos, o preocuparse de su salud y la de los suyos, contratando un plan médico a la medida de sus necesidades y llevando una vida saludable (p. ej. evitar el tabaco sin necesidad de que un estado paternalista se encargue, mediante regulaciones y prohibiciones, de mantenerle alejado de ese fatal vicio).
Después de esta larga introducción, es hora ya de plantear el tema de la entrada, tras la cual me comprometo a extenderme poco, dado que los números en este caso hablan por sí solos. Básicamente, he realizado un experimento mental para intentar determinar a manos de quién van a parar cada uno de los euros que salen de nuestros bolsillos cuando realizamos el acto más democrático y libre que existe: consumir.
Pues bien, para simplificar el ejercicio, no tenemos más remedio que hacer algunas simplificaciones. A tal fin, supondremos una empresa que provee un producto o un servicio al mercado y realiza unas ventas de 100,000 euros, considerando que en esta cifra de ventas el IVA está incluido. Esta empresa, es muy especial, dado que únicamente tiene un accionista (capitalista) y un trabajador y para operar sólo necesita pagar un alquiler a un tercero, que llamaremos terrateniente, utilizando la división de roles de la Economía Clásica que popularizó David Ricardo -pese a que la Economía moderna, y en especial la teoría marginalista, superó con las enseñanzas de Carl Menger la diferenciación de la renta de la tierra, considerándola un factor de producción más, para este ejemplo nos es práctico mantener la distinción).
De este modo, esta empresa presentaría una cuenta de resultados parecida a ésta:
Con estas cifras, obtendremos los economics (palabro que nos gusta mucho a los consultores) de cada uno de los agentes según la distinción de roles ricardiana:
Ya mosquea de por sí que de los 30,000 euros que le cuesta a la empresa el trabajador -y que según Mises, debería considerarse todo ello el salario, lo perciba o no el empleado-, al bolsillo de éste no le lleguen más que 16,200, un poco más de la mitad (luego algunos dirán que los empresarios son los explotadores). Pero no es esto de lo que quería hablar hoy, dado que ya he mencionado en otra ocasión sobre el mejor uso que se le puede dar a esas cotizaciones en beneficio de los trabajadores.
Sobre lo que quiero llamar la atención es sobre el resultado de sumar las casillas correspondientes al estado, cuarto agente olvidado por Ricardo, si bien es cierto que en tiempos del economista clásico aquél no se había convertido ni mucho menos en el ogro filantrópico que es hoy, según lo denominó Octavio Paz. En efecto, no hay más que echar una mirada al siguiente cuadrito para que a uno se le caiga el alma a los pies:
¡¡¡ Un 45,5% de todas las rentas queda confiscada por el estado !!! ¿¿¿ Y dicen que el capitalismo es salvaje ??? Me pregunto quién es el caníbal aquí …
Y eso además sin contar con impuestos y tasas de otras burocracias de menor orden (licencias, impuestos sobre bienes inmuebles, sobre vehículos de tracción mecánica, impuestos indirectos especiales sobre los hidrocarburos, el impuesto especial eléctrico, actos jurídicos, transmisiones patrimoniales, y un laaaaaargo etcétera.
Pero todavía a algunos les parece que no son suficientes y que deberían subir un poquito más… Como es el caso de cierto actor tocayo y paisano mío, que en la contraportada del Mundo de este sábado (por el 12 de septiembre de 2009) clamaba sin sonrojarse que “quiere que suban los impuestos”. Toma claro, y si yo viviera de las subvenciones también querría que subieran los impuestos. Cuanto más mejor: el dinero de los demás nunca es suficiente. Quiero aclarar que este actor malagueño y llamado Antonio NO es Antonio Banderas, por el que siento respeto, admiración y gran simpatía pese a que piense distinto que yo. Este es otro actor malagueño llamado Antonio que parece pertenecer a esa generación de comediantes españoles, que no son sino un lobby más de buscadores de rentas que SÍ parecen necesitar de las subvenciones para poder ganarse la vida en su oficio (al contrario que el otro Antonio).
Claro que mientras haya gobernantes que vivan en la ilusión de que de una crisis se puede salir simplemente sacando más dinero de dónde cada vez hay menos -por los bolsillos de los ciudadanos- lo tendremos crudo.
Porque -y con esto termino- tratar de resolver una crisis subiendo impuestos -y no tocando o incrementando el gasto- es como intentar resolver la sequía de un país simplemente cambiando el agua de pantano -poniéndolo en pantanos menos eficientes, con más pérdidas y con mermas por evaporación del agua en los trasvases. ¿No será que es mejor, reducir el consumo de agua y, por otro lado, ahorrar para crear nuevos embalses?
Nota sobre el título: Frase tomada de la Vulgata del libro de Job (Job 1, 21) que profirió al perder todas sus riquezas: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea su santo nombre” en la que, sin pretender asimilar el estado a Dios, eso se lo dejo a los estatólatras de toda laya, deberíamos alterar el orden para que esté en línea con el contexto de la entrada. Debería decir pues “Dominus abstulit, Dominus dedit…”, el Señor me lo quitó, el Señor me lo dio. Así es cronológicamente más correcto entendido en forma de impuestos y posterior redistribución. También podríamos ser menos irreverentes y cambiar “Dominus” por el equivalente a “Estado”. Lamentablemente, el concepto de estado es moderno y no existía en la cultura clásica, por lo que no hay una palabra latina para designarlo. Una aproximación sería utilizar “Polis” o “Republica”.
Nota sobre la imagen: No creo que haga falta recordar que se trata de “Saturno comiéndose a sus hijos” de Goya, expuesto en el Museo del Prado. Quizás sea una imagen un poco excesiva para ilustrar el artículo, pero de indudable impacto dramático y, a fin de cuentas, es lo que terminará haciendo el estado con nosotros si seguimos caminando por el camino de servidumbre sobre el que nos alertara Hayek. En cualquier caso, es cierto que quizás podría haber puesto una imagen de Shrek para representar el ogro filantrópico y amable de Octavio Paz que he mencionado en el post.
Aunque, efectivamente, es un ejemplo muy simplificado, las cifras son sumamente reveladoras. Me ha gustado mucho.