C ada vez me estoy volviendo más celoso del que considero el tesoro más preciado que tengo(1): mi tiempo . Puede que sea cosa de la edad y que a los 35 ya se vislumbran en el horizonte los temidos 40, o puede que sea porque en mi nuevo trabajo -aunque ya lleve seis meses y esté dejando de ser nuevo- éste se ha convertido en un bien si cabe más escaso aún. Puede que haya también un punto de impaciencia congénita, pero en cualquier caso es un hecho que si hay algo que considero la propiedad privada más valiosa de todas, no es ni el dinero, ni la casa, ni el coche ni cualquier otro elemento tangible, es precisamente el tiempo, como ya dejaba entrever en la entrada Fugit irreparable tempus .
Por este motivo, odio las colas y trato de evitarlas siempre que puedo. Y me pongo de muy mal humor cuando me obligan a esperar. Por eso busco opciones para reservar con antelación, y si me encuentro con una, directamente me doy la vuelta y renuncio a lo que fuera para lo que tuviera que aguardar mi turno. Por eso, por ejemplo, no voy a Ikea -por eso, y no porque no sepa montar los muebles, que conste. Y también por eso anoche me enfadé tanto y quienes me sufr… siguen en twitter , tuvieron que aguantar estoicamente mis lamentos.
Y es que los amigos de una línea aérea fácilmente reconocible y que siempre evito por este mismo motivo, tuvieron a bien mantenerme dos horas y media en el aeropuerto de París-Orly y hacer que llegara a casa a las 12 y media de la noche un viernes, cuando el vuelo lo tenía a las siete y media de la tarde. La misma línea aérea que, por cierto, a la ida también tuvo retraso. Muchas disculpas del comandante y mucho rollo, pero eso sí, el bocadillo a pagarlo religiosamente. No importa que ese día no cenaras en tu casa por su culpa. Y eso sí también, pásate un minuto de la hora del cierre del vuelo y pídeles que hagan una excepción y te dejen pasar. Verás como les entra la risa. Y claro está, dejémosles que sobrevendan el pasaje vaya que a los pobrecitos alguien le cancele en el último minuto y tengan que llevar un asiento vacío. ¿Cancelar? ¿He dicho cancelar? ¡Por supuesto! También pueden cancelarte ellos a ti un vuelo si no lo han llenado a satisfacción. ¡Faltaría más! Es lo bueno que tienen los oligopolios.
Pero, volviendo al hecho concreto, diré que lo peor no era la hora de llegada, ni pagar un bocadillo, lo peor era la sensación de impotencia , de ver cómo se te va de las manos un tiempo precioso que jamás volverás a recuperar y que poco puedes hacer con él cuando te tienen virtualmente encerrado junto con otros pocos cientos de personas en una terminal de aeropuerto -salvo pagar por un acceso wifi y desahogarte twitteando . Y vuelvo a plantearme una pregunta parecida a la que me hacía en el post anterior : ¿A cuento de qué se cree esta gente que tiene derecho a robarme mi tiempo? ¿Porque les he pagado una cantidad que no lo valen, creen que pueden sustraerme tiempo de estar con mi familia?
Porque este sí que es un momento de la verdad . Y algunos lo desaprovechan una y otra vez sin solución de continuidad. Porque uno puede entender que haya imprevistos, averías, mal tiempo, aeropuertos en configuración sur como el de Barajas -la excusa favorita- y huelgas varias. Incluso uno puede entender que el camión del catering le haga un bollo al fuselaje y haya que cambiar de avión, como me pasó una vez. Pero es que:
- A algunas compañías parece que les pasa con muuucha más frecuencia que a otras.
- A algunas compañías parece que tampoco les importa mucho que pase.
Pero esto no les pasa a todas. Quienes lleváis un tiempo pasando por aquí, sabéis que mi línea aérea favorita es Spanair , y aunque seguro que hay diversidad de opiniones, la verdad es que a mí siempre me han tratado bien -aunque me hayan quitado este año la tarjeta plata por faltarme dos vuelos para llegar al nivel. De hecho, en relación con los dos puntos anteriores:
- Los retrasos de importancia que he sufrido son muuucho menos numerosos.
- Y cuando los he sufrido, me han abonado puntualmente la garantía con un nuevo billete.
Quizás sea porque en Spanair han heredado de SAS y de Jan Carlzon la idea de los momentos de la verdad y mi preocupación ahora como cliente es que eso se pierda tanto si lo compran unos , como si lo hacen otros . Y el hecho de que esté en venta me hace pensar: ¿está reñida la atención al cliente y la calidad de servicio con la rentabilidad en este negocio? (2)
Por otro lado, otra reflexión sobrevenida en este mismo momento: me sorprendo escribiendo la palabra cliente , como si no encajara en el contexto de un sector del que sólo parece que se habla de pasajeros o usuarios. Y ahora que parece que las guerras terminológicas están de moda (léase, trasvase / no-trasvase), creo que aquí el vocablo utilizado revela bastante del sector.
Actualización: Lo dicho, Cinco Días dice esto hoy. Intuyo que la reestructuración no redundará precisamente en una mejor atención al cliente, sino que buscará los estándares de servicio a los que nos tienen acostumbrados.
(1) Iba a decir que después de mi familia, pero es que si en algo valoro mi tiempo es por el idem que paso con ella, por lo que una cosa contiene a la otra.
(2) La misma pregunta me hago en otro sector que me pilla mucho más cercano profesionalmente.
Vaya experiencia no por menos sufrida más desagradable… y es que este tipo de empresas saben montan múltiples estrategias para apropiarse de trozos del triángulo de Dupuit, pero no piensan en colocarse por un segundo en el lugar del otro.
Por cierto que en Ikea no se hace ni pizca de cola en hora valle 😉
Un saludo y ánimos
Me acabas de dejar fuera de juego con lo del triángulo de Dupuit, Gabriel. ¡Si ni siquiera lo recoge la Wikipedia!
En fin, ya me he descargado un par de PDFs a ver si me entero, aunque lo que más me preocupa es que he visto algunos títulos como “El tipo impositivo óptimo” o algo así. ¡Si está claro, es cero! 😉
Anyway, supongo que tienes razón en lo de las horas valle.
Muchas gracias por tu comentario.
Saludos,
Antonio.