Alarmado por la insistencia en la idea de que la economía no crece porque no se consume lo suficiente, tan intuitiva como falaz, he dedicado la columna de este martes -ahora sí, con la periodicidad habitual- a explicar por qué lo verdaderamente importante para el desarrollo económico de un país es el ahorro y, en especial, la inversión que dicho ahorro permite para producir los bienes de capital que, a su vez, producirán los bienes que consumimos.
Es decir, que como digo en el artículo, para consumir, primero hay que producir y no al contrario. Pero ya no lo destripo más, si os interesa, estáis invitados a leerlo en El Confidencial. Aquí os dejo con los primeros párrafos:
Imaginen que son ustedes víctimas de un naufragio y, como Robinson Crusoe, recalan en una isla en la que sobreviven gracias al alimento que les procuran unas moras que recolectan a diario manualmente, dedicando a ello todas las horas del día. Al poco tiempo, descubren que si se hicieran con una vara para golpear con fuerza el arbusto, podrían agilizar su trabajo y emplear menos tiempo en su recolección. Para ello, tendrían que dedicar algunos días en buscar la rama adecuada y prepararla, tiempo que dejarían de dedicar a recoger las moras para alimentarse esos días. Es decir, tendrían que dejar de recolectar para producir un bien distinto que no les sirve para satisfacer su necesidad más inmediata, pero que, una vez concluido el proceso, les facilitará muchísimo la tarea.
¿Qué opción tienen? Reducir su consumo diario hasta acumular la cantidad suficiente que les permita alimentarse mientras fabrican su rudimentario apero. Es decir, necesitan ahorrar. Y este ahorro supone un sacrificio que ustedes emprenden porque saben que merece la pena, pues cuando hayan culminado el proceso, con apenas un par de horas al día podrán recolectar todo el alimento necesario, y emplear el resto del tiempo en otros menesteres que valoran más, como explorar la isla en busca de otros alimentos, construir una choza, o simplemente descansar. Pues bien, el mismo proceso ocurre en la compleja economía moderna, en la que el desarrollo económico –es decir, el crecimiento– no se produce sobre la base del consumo, sino sobre el incremento de productividad que permite la inversión en bienes de capital.
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