Siempre me han llamado la atención expresiones como “mira, en esto voy a ser muy transparente …”, “siendo sincero contigo …” o la forma de empezar las frases con un “Honestamente, …“. Y me llaman la atención porque la pregunta que me hago inmediatamente después de escucharla es “¡Ah! ¿Es que acaso no eres transparente en otras cosas? ¿Es que hay otras ocasiones en las que no eres sincero?”
Hacía tiempo que quería escribir una entrada sobre esto, aunque en clave más de gestión de personas en las empresas que de política, pero al fin y al cabo estamos en plena campaña electoral y no me puedo sustraer tan fácilmente a este fenómeno. Además en el pasado debate(1), escuché en boca de uno de los candidatos un razonamiento similar que me ha impulsado a escribir esta entrada, y a hacerlo en relación con la política, aunque sea de un modo más o menos genérico.
Fue en respuesta al argumento de una parte de que hacer las cosas de buena fe invalida toda posibilidad de crítica. O lo que es lo mismo, da igual que hagas algo mal, que si lo haces de buena fe no importa. Hombre, esta claro que no es lo mismo equivocarse haciendo las cosas con buena intención que hacerlo “con mala uva”, pero a mí lo que me preocupa es que se piense que actuar de mala fe sea una opción ni remotamente posible en un cargo público.
(…) que habló de buena fe, hizo las cosas de buena fe. ¿Es que hace usted algunas cosas de mala fe? La buena fe se le presupone a un político.
Bueno, a un político y a cualquiera, ¿no? Digo yo …
Y es que a veces el lenguaje esconde estas pequeñas trampas que hacen aflorar nuestro lado inconsciente y también el inconsistente. Les podemos dar o no relevancia a estas formas de expresión, pero al menos a mí me hacen reflexionar sobre el fenómeno de la mentira. Mentira de la que hablaba Jean-François Revel, pensador liberal francés recientemente fallecido y autor de una de las primeras frases más impactantes con las que he visto empezar un libro:
La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira
Jean-François Revel, El conocimiento inútil
Decía Revel que el mayor enemigo del hombre siempre ha estado dentro de él mismo, pero mientras en el pasado éste era la ignorancia, en la actualidad reside en la mentira. Aunque yo añadiría que al ritmo que va la educación, dentro de nada tendremos a ambos metidos hasta la cocina. Porque la diferencia entre mentir y engañar está en el resultado, que deja abierto la mentira pero certifica el engaño. Y no creo que nadie ponga en duda que la ignorancia nos hace más vulnerables a la mentira.
Pero continuando con el filosofo francés, éste expone que el de mentira es un concepto demasiado amplio -grosero lo llama él- para analizar todos los tipos de “resistencia a la información“, que ocupan un continuum, desde el error involuntario al engaño deliberado.
Se sabe qué lugar ocupan en nuestra actividad psíquica las delicadas asociaciones de falsedad y sinceridad; la necesidad de creer, más fuerte que el deseo de saber; la mala fe, por la cual tomamos la precaución de disimularnos la verdad a nosotros mismos para estar más seguros de nuestra firmeza cuando la neguemos delante del prójimo; la repugnancia a reconocer un error, salvo si podemos imputarlo a nuestra cualidades; finalmente -y sobre todo- nuestra capacidad para implantar en nuestro espíritu esas explicaciones sistemáticas de lo real que se llaman ideologías, especie de máquinas para escoger los hechos favorables a nuestras convicciones y rechazar los otros.
Jean-François Revel, El conocimiento inútil
Así, tenemos la mentira en sus formas más burdas: decir que no se hará una cosa al tiempo que se lleva a cabo, cerrar un acuerdo con alguien mientras se negocia uno opuesto con otro o difundir una información sobre algo o alguien a sabiendas de que es falsa. Burdas pero no por ello menos efectivas, claro.
Y por otro lado, tenemos formas de engaño más sutiles, una de ellas es sin duda la que dio origen al refrán castellano “dime de qué presumes y te diré de qué careces“, bastante frecuente no sólo en el mundo de la política, tal y como reflejé en la entrada sobre las empresas a las que se les llena la boca “el cliente es lo primero” y aplicable también al manido “las personas son nuestro principal activo” (que arroja nada menos que 2,3Mill. de resultados en Google).
En este sentido, desconfío profundamente de aquellos a los que no se les cae del guión palabras como libertad(2), democracia, diálogo, igualdad, justicia y otras similares. Desconfío profundamente porque son términos de significado tan amplio y de aceptación tan generalizada -¿quién puede decir que está en contra de alguno?- que me inducen a pensar que se emplean para ocultar detrás lo que no se quiere contar, o simplemente para rellenar cuando no se sabe qué contar.
Como muestra un botón. En esta campaña me llama la atención un término que últimamente no para de aplicarse para sí mismo uno de los candidatos. Se trata de la humildad. Palabra que empleó en el debate en los dos discursos que abrían y cerraban el programa, y que además he oído en más de un corte mitinero en las noticias. Me choca porque presumir de humildad es un oxímoron que haría las delicias recursivas de Telémaco -aunque creo que él opina diferente. Si es humilde, ¿por qué presume tanto de lo bueno y humilde que es? ¿Se puede ser humilde y a la vez decir que su labor ha sido la mejor de toda la Democracia? ¿Qué parte nos creemos entonces? ¿Que es humilde y que por eso hay que votarle? ¿Que es el mejor del mundo mundial y por eso hay que votarle? ¿Ninguna de las dos? Hmmm…no sé, a mí la verdad es que me chirría un poco… aun a pesar de que este tipo de contradicciones parece que sea la norma en el personaje en cuestión.
Así las cosas, toda la situación política que estamos viviendo me recuerda tremendamente al acertijo de los caballeros y escuderos que el genial Arturo Pérez Reverte cita en un pasaje de La Carta Esférica (la cita es libre y el subrayado mío):
Hay una isla. Un lugar habitado sólo por dos clases de personas: caballeros y escuderos. Los escuderos mienten y traicionan siempre, y los caballeros nunca. Un habitante de la isla le dice a otro: te mentiré y te traicionaré. ¿Quién habla, un caballero o un escudero?
La respuesta la sabemos, pero ¿se parece esta isla a la política española? ¿Hay escuderos y caballeros? O son todos escuderos. ¿Se siente alguien engañado y traicionado?
Sea cual sea vuestra respuesta -la mía la tengo clara-, no está de más recordar de nuevo las palabras de Revel acerca de la verdad y la democracia:
La democracia no puede vivir sin la verdad, el totalitarismo no puede vivir sin la mentira; la democracia se suicida si se deja invadir por la mentira, el totalitarismo si se deja invadir por la verdad.
Jean-François Revel, El conocimiento inútil
(1) Me refiero al que se celebró entre los líderes de los principales partidos con motivo de las elecciones de 2008 el día 25 de Marzo del mismo año
(2) Entre ellos, tendría que incluirme a mí, que no hay entrada que no la mencione, tan deseada y a la vez tan temida 😉
Nota: El título corresponde a un verso de una de las Sátiras de Juvenal, cuya estrofa completa reproduzco a continuación de la Wikipedia:
- quid Romae faciam? mentiri nescio; librum,
- si malus est, nequeo laudare et poscere; motus
- astrorum ignoro; funus promittere patris
- nec uolo nec possum; ranarum uiscera numquam
- inspexi; ferre ad nuptam quae mittit adulter,
- quae mandat, norunt alii; me nemo ministro
- fur erit, atque ideo nulli comes exeo tamquam
- mancus et extinctae corpus non utile dextrae.
- (3.41-48)
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