Nos lanza el profesor Álvarez de Mon una batería de preguntas en su entrada semanal en el blog de Expansión y Empleo acerca del compromiso, concepto en boca de muchos en estos tiempos que corren. Las cuestiones son las siguientes:
¿Qué entendemos por compromiso? ¿Cómo se mide? ¿Qué se puede hacer para cultivarlo? ¿Cómo aunar libertad y lealtad? ¿Cuáles son los factores que permiten darle una oportunidad? Más importante, ¿qué elementos lo agreden y lesionan irreversiblemente? ¿Qué piensa al respecto, querido lector? ¿Está usted comprometido? Sí, ¿por qué? No, ¿por qué?
No me resisto a la tentación de tratar de dar alguna respuesta al menos a la primera pregunta, que me parece más que relevante, pues me parece que compromiso es una más de esas palabras que de tanto usarlas -y abusarlas si me permitís la expresión- ha visto malogrado su significado. Porque peor aún que vaciarse de contenido, incluso ha adquirido nuevos significados que en cierto modo son contrapuestos. No hay más que echar mano del DRAE para darnos cuenta que tanto el sustantivo como el verbo contienen significados tanto positivos como negativos -¿a quién le gusta que le comprometan? ¿y hacer o recibir visitas de compromiso?-. Hay incluso quien habla de esclavitud (sic) al buscar los orígenes del término, lo cual me parece exagerado. Y otros lo relacionan con uno de los significados de involucración. En la Wikipedia, términos jurídicos aparte, aparece relacionado con la responsabilidad. Estas dos últimas visiones me resultan mucho más atrayentes.
Definir lo que entendemos por compromiso es crucial para responder el resto de preguntas. Para mí, en el contexto en el que estamos debatiendo, tiene dos significados complementarios -sin ánimo de enmendarle la plana a los expertos académicos, of course.
- Compromiso = promesa mutua
- Sentirse comprometido = sentirse parte de algo, sentirse involucrado
Ahora bien, hay dos aspectos donde creo que se producen las confusiones, ambigüedades y los malos usos:
- El término en sí mismo es incompleto.
- Sólo somos capaces de comprometernos las personas.
Empecemos por el primero. Ya sabemos que es muy frecuente que algunos, sobre todo a cierto lado del espectro político, se llenen la boca autodenominándose comprometidos (y no sólo políticos sino periodistas, escritores, artistas e incluso cadenas de TV). Pero claro, a mí lo primero que se me ocurre es la pregunta: comprometidos, ¿con qué? Y suelo descubrir que el qué, en el fondo son múltiples cosas, todas muy alejadas de las personas, su dignidad y su libertad.
En el mundo de la empresa ocurre, a mi juicio, tres cuartos de lo mismo. Cuando oigo “Fulanito no está comprometido”, vuelve a martillearme la cabeza la pregunta: comprometido, ¿con qué? Y suelo descubrir que ese qué es distinto en cada lado de la ecuación. Que, en definitiva, unos y otros piensan que el objeto de la promesa es diferente.
Puede que vuelva sobre el asunto más adelante en otra entrada cuando conteste a las últimas preguntas -¿estoy yo comprometido?. Por ahora, me conformo con reflejar aquí mi convencimiento de que el compromiso no es una actitud ni un estado de ánimo. Para mí el compromiso es una acción -puede que también una omisión- concreta y definida -y que incluye la dimensión temporal- que hemos acordado realizar.
Es decir sobre la que nos hacemos responsables. Porque dicho acuerdo o promesa es siempre con uno mismo -y su conciencia-.
Y además lo es respecto a otra persona -concreta y definida, es decir, además es recíproco. Esto me introduce al segundo aspecto del compromiso, el del hecho de que sólo se da -puede dar- entre personas.
Ya he hablado antes del fenómeno de la abstracción excesiva, sobre todo cuando hablamos del trabajo y la empresa. En lo que se refiere al compromiso, el hecho toma especial fuerza, pues ¿cuántas veces hemos oído/leído que “la empresa no se compromete con sus trabajadores”?
Pero, ¿qué es la empresa? La empresa somos las personas que trabajamos en ellas, y sin las personas, la empresa no es más que un apunte en el registro mercantil, unas escrituras perdidas en alguna obscura notaría. La empresa somos las personas, digo, y somos las personas las que nos comprometemos. Por tanto, entiendo que al hablar del compromiso de la empresa, quremos decir que somos los directivos (sean generales, de recursos humanos -con perdón- o de departamento- y lo jefes los que, como individuos -libres y responsables- adquirimos un compromiso con nuestros trabajadores. Y con nosotros mismos y nuestra conciencia.
Visto así, el compromiso queda mucho más acotado, concretado en una acción determinada, que ha de cumplirse en un tiempo dado y que han de cumplir unas personas que están claramente identificadas.
El problema está en que rara vez solemos concretar tanto, y tendemos a sobreentender la mayor parte de las veces. Y son los sobreentendidos los que nos causan problemas, porque cada uno sobreentiende lo que le parece, que suele ser lo que más le conviene.
Así, el directivo o empresario que sobreentiende que la promesa es de permanencia ad eternum, aun incluso en la mejores situaciones de subidas salariales, reconocimiento y desarrollo no se explica las fugas de talento. No quiero decir ya nada cuando las condiciones que crean para su equipo no son las mejores y algunos tampoco comprenden que se les vayan -¿no será que los expulsan ellos?.
Y, de la misma manera, el trabajador –mileurista o bienpagao, soldado raso o directivo con galones, que sobreentiende que la promesa es de seguridad y estabilidad ad eternum, aun incluso en las situaciones más justificadas de pérdidas y viabilidad cuestionada no se explica que se tenga que recurrir a un ERE para tratar de salvar el mayor número de empleos posibles. Igualmente, no hace falta decir nada de cuando el personaje piensa que se le debe seguridad eterna aún cuando no de ni chapa, que también los hay.
No quiero alargarme más, porque si la probabilidad de que alguien llegue hasta aquí es baja, la de seguir leyendo es aun inferior y como tengo más cosas que contar sobre el tema, prefiero dejarlo para otras entradas.
Me conformo con que haya quedado medio clara mi visión del compromiso cuando hablamos de él en la empresa.
Hola, entiendo cuando dos partes buscan un objetivo en común y desde el concepto empre-sarial hemos de estar dispuestos a dar más que recibir las dos partes, la retribución debe de ser equitativa, justa y transparente, todos tenemos unas obligaciones, también un talento
natural que podemos desarrollar a base de trabajar nuestras competencias, la empresa cor-
porativa debe debe de trabajar su mejor activo que es el personal dándole formación personal, no REUNIONES SIN SENTIDO QUE BUSCAN RESULTADOS INMEDIATOS.
El liderazgo influye firmemente en este aspec-to, en mi caso mi director gerente su compro-miso es total con una dirección imitativa
de pocas palabras refrentadas con hechos muy claritativos y ejemplares. Es el que más tiem-po dedica. Comportamiento y trato neutral
gestionando BIEN LAS EMOCIONES EN CONFLICTOS sabiendo responder a los halagadores y malversadores , – debo de explicar que somos una comercial y esta área es muy estresante entendiendo que la retribución variable supone en la mayoría mucho más de un 50% de su fijo -.
El compromiso es poder mirarte a LOS OJOS FIJAMENTE, FACE TO FACE e irte a dormir deber
de preguntarte quén ha ganado si TÚ o YO.
En RRHH se habla de cliente interno en una em-presa de más de 50 trabajadores en una peque-ña cuando existe el cliente interno seguro que
falla el compromiso.
Yo lo que veo es que el compromiso siempre es personal. Es con uno mismo. Y si tus coordenadas, tu forma de razonar, tus “retos” hacen que lo que te ofrecen te cubra tus necesidades (aunque sea de demostrar algo a otros), pues te comprometes.
Es decir, yo lo veo asi, cumples con lo que prometes.. y eso se aprende desde que naces.. no? vamos, eres de los que te cuelas en el cine? haces trampa? eres autentico?…