Hace unos días (el 9 de enero) conocimos la triste noticia del fallecimiento de James M. Buchanan, paladín de la libertad que fundó -junto con Gordon Tullock- la escuela de la Public Choice. Escuela cuyo análisis económico de las decisiones políticas pone en evidencia la supuesta superioridad de lo público. Pues bien, en una época donde la corrupción política está lamentablemente de actualidad, las enseñanzas del difunto nobel está más de vigencia que nunca, y a eso he dedicado el post quincenal publicado este martes, apoyándome en una película que seguramente habréis visto.
A continuación copio el primer párrafo del artículo y el enlace por si queréis leer el resto.
Probablemente han visto ustedes la película Su distinguida señoría, estrenada en 1992 —año en el que la corrupción en nuestro país estaba también a la orden del día— y que narra las peripecias de Thomas Jefferson Johnson —interpretado por Eddie Murphy—, un timador de barrio que accede al Congreso de los Estados Unidos aprovechando la similitud de su nombre con el de un congresista recién fallecido. Tras escuchar accidentalmente una conversación entre dos políticos, el estafador descubre que se ha equivocado de profesión, pues desde el escaño puede robar y estafar legalmente sin temor a la cárcel. Sin ser una obra maestra del séptimo arte, esta comedia ilustra de forma entretenida las carencias del proceso político en la toma de decisiones públicas.
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